sábado, 25 de febrero de 2012

Luna II

Parte I: http://dancingallthenight.blogspot.com/2012/02/luna.html


El sol de media tarde me despierta poco a poco. Estaba tirada en un suelo húmedo y arenoso. Abro los ojos desorientada, me llevo la mano a la sien asqueada por los restos de un fuerte dolor de cabeza. Me encontraba en el cementerio, apoyada en una de las múltiples lápidas que hay a mí alrededor. Intento recordar cómo demonios he llegado aquí, pero mi mente se niega a cooperar. Cuando el dolor amaina me levanto y salgo del cementerio con paso inseguro.
Llego a casa e intento relajarme para que los recuerdos vuelvan a fluir por mi mente. El agua caliente de la ducha me adormece y consigo ver a una niña de rizos rubios y ojos azules con un bonito vestido blanco, Luna. No entiendo que ha pasado esta mañana con ella, pero un fuerte sentimiento de angustia me oprime el estomago. Decido dejarlo estar, quizá fuese simplemente un sueño. Me dirijo a mi cuarto saltando entre cajas y objetos varios que mi madre ha sacado mientras ordenaba el trastero. Sin embargo, uno de aquellos bártulos me llama la atención. Es un pequeño baúl tallado en madera con pegatinas y dibujos. Me arrodillo ante el acariciándolo. Recuerdo perfectamente a mi padre tallándolo cuidadosamente y ayudándome a pintarlo de diferentes colores, que antes eran vivos y hermosos y ahora el polvo y el tiempo los habían marchitado.
Lo abro, picada por la curiosidad, y lo primero que veo me deja paralizada en medio del pasillo. Una foto dónde salgo yo, con unos seis años, el pelo negro cayéndome en los ojos y abrazando fuertemente a una niña de cabellos rubios que creía haber soñado. Luna y yo salimos sonrientes y despreocupadas delante de un parque que apenas recuerdo.
La cabeza empieza a dolerme de golpe. Me llevo las manos a la sien, pero es tan fuerte el dolor que no puedo evitar gritar. No soy consciente de lo que pasa a mí alrededor, abro los ojos y no estoy en mi piso, sino en el parque de la foto con Luna, en los columpios corriendo, jugando con la arena, escondidas en una pequeña cabaña. Grito porque los recuerdos me abrasan la mente, no entiendo de dónde han salido, ni porque me hacen tanto daño, pero pese a todo, me aferro a ellos como si fuesen un clavo ardiendo.
Finalmente vuelvo a la realidad tan de prisa como he salido. Mi madre y mi hermano están a mi lado blancos como el papel y con la preocupación tatuada en los ojos. Parpadeo un segundo y decido no comentar nada de lo ocurrido en mi mente y me invento una escusa para huir a mi habitación. Me meto en la cama sin desvestirme y caigo rendida al instante. Sueños que confundo con recuerdos me atacan durante toda la noche. Por la mañana me despierto desorientada y tardo unos minutos en ubicarme. Me levanto y decido ir al parque que salía en la fotografía que vi ayer. Me visto y desayuno en menos de media hora, y en vez de coger el autobús para ir a la universidad sigo caminando calle abajo. Finalmente llego a mi destino y me siento en un banco a fumarme un cigarrillo mientras sigo recordando momentos fugaces con Luna. Sé que está a mi lado porque la oigo mascar un chicle frenéticamente.
- Hola.- le digo apagando el cigarro y mirándola. Me esperaba a la niña de seis años, pero lo que veo me sorprende durante un instante. Luna ha crecido, su cabello, antes largo, ahora le llega justo por debajo de las orejas haciendo que sus perfectos rizos se multipliquen, ya no lleva aquel bonito vestido blanco, sino una sudadera azul, a conjunto con sus ojos, y unos tejanos negros, acompañados de unas cómodas bambas.- me gusta tu nuevo look.- le digo sonriendo, pues no sé si creer que me estoy volviendo loca o simplemente que sigo soñando.
- Está inspirado en ti.- me dice haciendo una gran pompa con el chicle.- Siempre vestías así cuando entramos en el instituto.
- Dime.- le interrumpo.- ¿Por qué no consigo recordarte?
Ella ríe y sigue haciendo el tonto con el chicle hasta que me canso y le peto con la mano una de las pompas.
- Eso.- empieza limpiándose la cara.- es otra de las cosas que siempre hacías.- De repente se levanta y empieza a caminar por el parque despreocupada.
- No has contestado a mi pregunta.- le digo siguiéndola.- ¿De qué me conoces?
- De toda la vida.- me aclara mientras mantiene el equilibrio en una baranda.- des de que éramos niñas que hemos estado juntas, hasta que me morí claro.
Su afirmación simple, seca, directa, me pilla por sorpresa y me quedo parada delante suyo con la boca medio abierta asimilando sus palabras. Luna estaba muerta y yo, curiosamente, la tenía delante, columpiándose alegremente, indiferente a la impresión que me había causado.
- No se porque te sorprendes.- me dice mientras salta de columpio elevándose varios metros.- Deberías recordarlo, tú estabas allí.
- Yo…- empiezo a balbucear intentando decir algo coherente, pero el dolor de cabeza, que empieza a ser habitual, me invade y lo único que soy capaz de decir es un leve “no puedo”.
Ella se acerca a mí, que me he quedado hecha un ovillo, agarrándome las rodillas para no perder el sentido de la realidad, mordiéndome los labios para no gritar. Me abraza y me acaricia el pelo dulcemente, me consuela con su voz suave y pausada.
- Lo siento.- me dice enjuagándome las lágrimas.- pero es necesario que los recuerdos vuelvan
- Me hace daño.- digo con voz ahogada como si fuera un gemido de la niña asustada que algún día fui.- No puedo hacerlo.- repito balanceándome sobre mi misma como si estuviera loca, que, quizá, es lo que me está pasando.
- Laura.- me llama Luna.- no dejes que te hagan olvidarme.
El dolor aumenta y esta vez no puedo evitar gritar hasta quedarme sin voz, chillar hasta que, otra vez en menos de veinticuatro horas, pierdo el conocimiento.  
CONTINUARÁ... 

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