Cuando parecía que su paso por el Reino de la Oscuridad
estaba a punto de completarse, Laura sintió como la presencia que había estado
sintiendo des de hacia unos meses se hacía más y más fuerte a cada minuto que
pasaba. Le daba miedo, pues podía notar la luz y la paz que derrochaba aquel
extraño ser. Hasta que un día se le apareció en medio de una de sus
búsquedas. Era un ángel, pero a
diferencia de ella, sus alas eran blancas como la nieve y su luz era imparable,
Laura se quedó paralizada en el suelo observando la belleza de aquel extraño
ser, no podía verle las facciones exactas de la cara, pero podía intuir una
enorme sonrisa.
- Hola.- dijo el ángel acercándose ligeramente
- ¡No te acerques!.- gritó Laura alejándose a su vez,
intentando enderezarse, pero la luz que emanaba de aquel ser la mantenía contra
el suelo
- ¿Me tienes miedo?.- preguntó el ángel
- No.- mintió ella, que sentía verdadero pavor por aquella
luz tan extraña, que poco a poco se iba apoderando de su corazón marchito.-
¿Qué quieres de mí?
- Tan solo conocerte.- dijo con voz melosa.- no voy a hacerte
daño
La luz empezó a bajar de intensidad y Laura pudo volver a
ponerse en pie. Observaba a aquel ángel des de lejos, sabía que los ángeles blancos
existían, pero también sabía que nunca se acercaban al reino de la oscuridad.
Su mente trabajaba a una velocidad de vértigo para comprender la presencia de
aquel ser en sus dominios, hasta que comprendió que la Laura del mundo real
debía haber conocido a la persona que representaba aquel ángel.
- Volveremos a vernos.- dijo el ángel blanco mientras se
desvanecía en la noche eterna de la oscuridad
Laura se quedó allí impresionada por lo que acababa de ver,
aquella luz le había hecho volver a la memoria sentimientos, recuerdos y
sensaciones que había dejado de sentir hace mucho tiempo, su presencia la
trastornaba, pero por otro lado aquel momento de bienestar era demasiado fuerte
como para obviarlo, así que decidió esperar a que el ángel volviese a buscarla,
necesitaba saber qué demonios había pasado en el mundo real.
Los días pasaron y Laura se había recluido en sus
pensamientos, sus ojos habían cambiado, la oscuridad que antes imperaba en
ellos empezaba a desvanecerse dejando ver una pequeña luz, quizá secuelas de su
encuentro con el ángel, era la luz de la intriga, de la impaciencia, la luz de
todos aquellos que esperan algo con ansias. Cansada de esperar sentada, decidió
salir en busca de aquella aparición, aunque sabía que solo volverían a
encontrarse si el ángel lo deseaba, pero no podía permanecer ni un solo segundo
más en el mismo sitio.
Al fin, cuando volaba por las llanuras lo volvió a ver, esta
vez, la luz cegadora había desaparecido y podía apreciar en toda su totalidad a
aquella aparición. Era una mujer de cabellos negros, vestida de blanco, con
unas enormes alas también blancas que contrastaban con la oscuridad permanente
de su reino. Aterrizó a su lado con cuidado y se sentó en una piedra cercana,
observando la tranquilidad de su expresión, la paz interior que derrochaba.
- ¿Cómo te llamas?.- preguntó Laura con un hilo de voz
- Maitane.- dijo el ángel sonriendo dulcemente, su voz, a
diferencia de la suya, emanaba seguridad y simpatía.- Tú eres Laura ¿verdad?.-
ella movió la cabeza afirmativamente y esperó a que ella siguiera.- Debes dejar la oscuridad
Ella se rió fuertemente sarcástica, ¿lo había oído bien?
¿Dejar la oscuridad? Aquel ángel no estaba dentro de sus cabales.
- Se que piensas que es una locura.- dijo.- pero también sé
que la luz sigue viva en ti
- Y que te hace pensar eso.- saltó Laura a la defensiva.- no
me ves las alas.- dijo señalándoselas.- soy sirvienta de la muerte, soy un
ángel de la noche, la luz no me interesa
- Entonces.- atacó Maitane.- ¿Por qué sigues buscando tu alma
perdida?.- Laura se quedo callada sorprendida por no encontrar una respuesta
lógica a sus actos
Había ido a parar al reino de la oscuridad mientras intentaba
reconstruir los pedacitos de alma que habían ido a parar allí, pero, aunque
sabía que jamás los encontraría, seguía son su búsqueda a ciegas.
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