- Oye.- me llamó Santi entrando en la pequeña
cocina.- no creo que encuentres mucha cosa ahí.- dijo señalando la nevera.-
pensaba ir a comer al bar de un amigo.- abrí la boca para comentarle mi falta
de dinero, pero el continuó hablando.- no te preocupes por la pasta, me invita
a todo siempre que voy.
- Me gustaría ducharme antes.- dije yo
sonriendo. El asintió y me dejo pasar hacia el baño, que como todo en aquel
piso no era más que un suspiro. A duras penas cabía el váter, una pequeña ducha
y el lavabo.
Empecé a desvestirme poco a poco, observando
mi cuerpo en el espejo. No me podía quejar la verdad, había heredado unos
buenos pechos de parte de mi madre, redondos, ni muy grandes ni muy pequeños,
me mantenía en forma y ese era el punto más importante para mantener tersas
todas las partes del cuerpo. Pero lo que más me gustaba de mi misma era el
cabello, castaño claro, rubio en verano, con ligueras ondulaciones, podía
llevarlo largo, corto, liso o rizado, daba igual lo que le hiciera que siempre
quedaba bien. En aquellos momentos lo llevaba a la altura de los hombros
totalmente despeinado, pero aún así seguía pareciendo bonito.
Entré en la ducha y encendí el chorro de agua
fría que me quitó de un golpe el calor sofocante que sentía. En menos de veinte
minutos salí del baño, limpia, fresca y con mucha hambre. Volví al salón donde
Santi miraba embobado la televisión. Se había puesto una camiseta blanca
ajustada, que marcaba sus recientes músculos en el torso. Siempre había sido un
chico fuerte, pero nunca había hecho algún deporte ni había pisado un gimnasio. Además se había peinado su rebelde cabello negro.
- Veo que te empiezas a cuidar más.- le dije
bromeando
- Las cosas cambian pequeña.- me dijo el
acercándose para irnos. Fue entonces cuando olí una fragancia muy extraña,
dulce y varonil al mismo tiempo
- ¿Te has puesto colonia?.- le pregunté está
vez sorprendida
- Como te he dicho antes.- empezó el
sonriendo picaronamente.- las cosas cambian.
Salimos otra vez a la calle, el sol picaba
más que nunca, pero yo no lo notaba. Seguía pensando en aquellos nuevos
detalles que veía en mi amigo. ¿Colonia? ¿Des de cuando usaba aquel perfume tan
atrayente? ¿Y esos músculos? ¿De dónde los había sacado? Y la pregunta más
importante, ¿para qué demonios los quería? La respuesta a mi cuestión me vino como
un mazazo en el estomago. Santi estaba saliendo con alguien.
- Santi.- le llamé un tanto avergonzada por
lo que estaba a punto de preguntar.- ¿tienes novia?- Él se paró y se giró
lentamente hacia mi, sonriendo, pero con la mirada triste e incluso cansada.- si
no quieres decírmelo lo entenderé
- Si, tengo novia.- dijo empezando a caminar
de nuevo.- pero eso no impide que tu y yo salgamos a comer.- yo lo seguí
haciendo un esfuerzo por asimilar sus palabras, algo en mi interior se estaba
formando, y no me gustaba nada.- ya hemos llegado.- dijo él abriéndome la puerta
de un bar no muy grande, con cuatro o cinco personas dentro.- ¡Hola Xavi!.-
saludó Santi
- Pero si esta aquí el independiente.- salto el
dueño del local, un chico alto de pelo castaño oscuro y ojos verdes con una
sonrisa de oreja a oreja, se nos acercó y abrazó fuertemente a mi amigo dándole
unas sonoras palmadas en la espalda. Siempre me había hecho gracia ese saludo,
era tan estúpido, seguro que más de uno se hacía daño, engreídos y egocéntricos,
así eran los hombres.- y está invitada que me traes ¿Quién es?
- Es Laura, una amiga de toda la vida.- dijo rodeándome
la espalda con su largo brazo
- ¿De toda la vida y todavía no me la habías presentado?.-
dijo el chico sin perder la sonrisa de los labios.- supongo que habéis venido a
comer.- los dos asentimos muertos de hambre.- si os esperáis un poquito podemos
comer los tres juntos
- Seria fantástico.- aceptó mi amigo condenándome
a por lo menos una hora más de hambre incontrolable, tuve suerte de que el
simpático Xavi me pasó una coca- cola y pude saciar parcialmente mi instinto
depredador. Sin embargo, había otras cosas que me preocupaban más que el
hambre.
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