lunes, 9 de enero de 2012

Sueños y huidas III


- Oye.- me llamó Santi entrando en la pequeña cocina.- no creo que encuentres mucha cosa ahí.- dijo señalando la nevera.- pensaba ir a comer al bar de un amigo.- abrí la boca para comentarle mi falta de dinero, pero el continuó hablando.- no te preocupes por la pasta, me invita a todo siempre que voy.
- Me gustaría ducharme antes.- dije yo sonriendo. El asintió y me dejo pasar hacia el baño, que como todo en aquel piso no era más que un suspiro. A duras penas cabía el váter, una pequeña ducha y el lavabo.
Empecé a desvestirme poco a poco, observando mi cuerpo en el espejo. No me podía quejar la verdad, había heredado unos buenos pechos de parte de mi madre, redondos, ni muy grandes ni muy pequeños, me mantenía en forma y ese era el punto más importante para mantener tersas todas las partes del cuerpo. Pero lo que más me gustaba de mi misma era el cabello, castaño claro, rubio en verano, con ligueras ondulaciones, podía llevarlo largo, corto, liso o rizado, daba igual lo que le hiciera que siempre quedaba bien. En aquellos momentos lo llevaba a la altura de los hombros totalmente despeinado, pero aún así seguía pareciendo bonito.
Entré en la ducha y encendí el chorro de agua fría que me quitó de un golpe el calor sofocante que sentía. En menos de veinte minutos salí del baño, limpia, fresca y con mucha hambre. Volví al salón donde Santi miraba embobado la televisión. Se había puesto una camiseta blanca ajustada, que marcaba sus recientes músculos en el torso. Siempre había sido un chico fuerte, pero nunca había hecho algún deporte ni había pisado un gimnasio. Además se había peinado su rebelde cabello negro.
- Veo que te empiezas a cuidar más.- le dije bromeando
- Las cosas cambian pequeña.- me dijo el acercándose para irnos. Fue entonces cuando olí una fragancia muy extraña, dulce y varonil al mismo tiempo
- ¿Te has puesto colonia?.- le pregunté está vez sorprendida
- Como te he dicho antes.- empezó el sonriendo picaronamente.- las cosas cambian.
Salimos otra vez a la calle, el sol picaba más que nunca, pero yo no lo notaba. Seguía pensando en aquellos nuevos detalles que veía en mi amigo. ¿Colonia? ¿Des de cuando usaba aquel perfume tan atrayente? ¿Y esos músculos? ¿De dónde los había sacado? Y la pregunta más importante, ¿para qué demonios los quería? La respuesta a mi cuestión me vino como un mazazo en el estomago. Santi estaba saliendo con alguien.
- Santi.- le llamé un tanto avergonzada por lo que estaba a punto de preguntar.- ¿tienes novia?- Él se paró y se giró lentamente hacia mi, sonriendo, pero con la mirada triste e incluso cansada.- si no quieres decírmelo lo entenderé
- Si, tengo novia.- dijo empezando a caminar de nuevo.- pero eso no impide que tu y yo salgamos a comer.- yo lo seguí haciendo un esfuerzo por asimilar sus palabras, algo en mi interior se estaba formando, y no me gustaba nada.- ya hemos llegado.- dijo él abriéndome la puerta de un bar no muy grande, con cuatro o cinco personas dentro.- ¡Hola Xavi!.- saludó Santi
- Pero si esta aquí el independiente.- salto el dueño del local, un chico alto de pelo castaño oscuro y ojos verdes con una sonrisa de oreja a oreja, se nos acercó y abrazó fuertemente a mi amigo dándole unas sonoras palmadas en la espalda. Siempre me había hecho gracia ese saludo, era tan estúpido, seguro que más de uno se hacía daño, engreídos y egocéntricos, así eran los hombres.- y está invitada que me traes ¿Quién es?
- Es Laura, una amiga de toda la vida.- dijo rodeándome la espalda con su largo brazo
- ¿De toda la vida y todavía no me la habías presentado?.- dijo el chico sin perder la sonrisa de los labios.- supongo que habéis venido a comer.- los dos asentimos muertos de hambre.- si os esperáis un poquito podemos comer los tres juntos
- Seria fantástico.- aceptó mi amigo condenándome a por lo menos una hora más de hambre incontrolable, tuve suerte de que el simpático Xavi me pasó una coca- cola y pude saciar parcialmente mi instinto depredador. Sin embargo, había otras cosas que me preocupaban más que el hambre.

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