miércoles, 4 de enero de 2012

Sueños y huidas 1


El tren no llegaba. Normalmente siempre se retrasaba un poco, pero aquella vez ya pasaban veinte minutos de la hora normal. Me senté en uno de los bancos rojos de la estación y me encendí un cigarrillo. Debía haber ocurrido un accidente, quizá un suicidio. Suicidio, que palabra tan inquietante y tentadora para algunos. Expulsé el humo con calma y miré a mí alrededor. Estaba sola, esperando un tren que me llevaría lejos de los míos, de mi familia y amigos. Quizá la decisión de huir no era la más acertada en mi situación, pero necesitaba un cambio de aires, sentir que continuaba viva.
La voz de megafonía anunció que el tren se demoraría diez minutos más. Apagué el cigarrillo con cuidado, una abuela que tenia al lado me miró acusadora. Si, sabía perfectamente que en las estaciones no se podía fumar, pero todo el mundo se saltaba esa maldita ley. Chorradas, todo lo que hacían los gobiernos eran chorradas. Bueno, quizá esto no, pero otras cosas sí. Que si crisis, que si corrupción, que si políticos inútiles y otras pamplinas. España se estaba yendo a pique, como yo. 
El tren por fin llegó, subí sin mucha prisa y me senté en el primer sitio libre que vi. A mi lado un niño jugaba con una de las innumerables consolas que había actualmente. Me reí para mis adentros, recordando mi vieja y enorme game boy color, aquella carraca que tantas partidas había pasado a mi lado. Ahora los niños nacían con una máquina bajo el brazo. También es cierto que yo no me quedaba atrás, me había comprado innumerables aparatos electrónicos, ordenadores, móviles, consolas etc. No me podía quejar, pero me quejaba, porque la sociedad me pide que tenga más. No me voy a engañar, no es la sociedad, soy yo que no me se conformar. Siempre quiero más y mejor, no tengo límites.
El niño estaba jugando a Pokemon, aquel magnífico y estupendo juego de Pokemon, recordaba la mayoría de nombres de esos extraños animales, diseñados para luchar a mis órdenes. A mis diecinueve años, todavía me gustaban ese tipo de cosas. Seguí mirando la partida del niño, que ya estaba a punto de pasarse el juego, pero parecía que estaba un poco encallado.
- Oye.- le dije.- si utilizas eso.- le dije señalándole el ataque perfecto para derrotar al último entrenador.- ganarás en menos de cinco minutos
- Gracias.- dijo el sonriéndome.
Si, solo fue una sonrisa, pero me tranquilizo durante todo el viaje, que por cierto, me lo pase aconsejando al niño, que estaba encantado conmigo. La que no parecía tan contenta, era la supuesta madre, que tenía la mirada fijada en mí. Bueno, he de aclarar que mi aspecto era bastante mejorable, pero actualmente nadie se sorprende de una chica con una sudadera ancha, tejanos y bambas. Me gustaba lo sencillo, la comodidad, casi nunca me había puesto tacones ni faldas, no me maquillaba, y a penas me peinaba por las mañanas.  Pero pese a ello mi aspecto era perfectamente respetable.
- Vamos hijo.- dijo la madre cuando llegaron a su destino.- debemos bajarnos ya.- el niño se la miró tristemente y se despidió de mi pidiéndome un último consejo
- Entrena duro y llegaras muy lejos.- le dije yo solemnemente, y no pude hacer más que reírme de mis ocurrencias.
Realmente a veces pensaba que estaba un poco chalada. Demasiados libros y películas, demasiadas aventuras al lado de personajes tan míticos como Harry Potter, Luke Skywalker, Frodo Bolson, Sora y Riku, Cloud Strife, Son Goku y Vegeta, y muchos otros que han llenado mi mente de fantasías absurdas. Los videojuegos, los libros, las películas y la música eran las cuatro cosas imprescindibles en mi vida, y puedo decir que los he tenido todos a partes más o menos iguales. 

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