lunes, 30 de enero de 2012

Desesperación


Siempre he estado vagando por la oscuridad, he caminado por los angostos caminos de la desesperación, me he perdido en las carreteras de la desesperanza, he bebido del río del dolor y he comido de la fruta del odio. Con el tiempo convertí aquellos parajes en mi casa, me sabía de memoria cada maldito rincón, cada centímetro de aquello que me torturaba por dentro.
Aprendí a sonreír mientras por dentro intentaba reconstruir mi alma destrozada, aprendí a seguir caminando mientras los ojos se me llenaban de lágrimas, cogí atajos en este, el camino de la vida, pero no me dejaron acabar de recorrerlos.
Siempre he estado cayendo, pensé que había tocado fondo hace tiempo, pero nunca me han vuelto a crecer las alas que me corté yo misma con las tijeras del miedo y los prejuicios. Se que estoy perdida, que nadie nunca jamás podrá salvarme de esta, mi pesadilla personal, que por mucho que la gente me anime, por mucho que intente creerme sus palabras la oscuridad las engulle, son su alimento. 
Quizá algún día decida acabar con mi agonía, una vez lo hice y no salió bien, debería probarlo otra vez...


viernes, 27 de enero de 2012

El Mirador

Caminaba por la calle a altas horas de la noche. el frío me calaba los huesos, pero yo seguía andando. En una mano llevaba una botella de vodka barato que había encontrado en mi habitación, en la otra un cigarrillo a medias. Mis mejillas derramaban lágrimas de frustración y de dolor. Seguí avanzando, un tanto tambaleante. Las calles estaban desiertas, era un miércoles a las cinco de la mañana y yo allí, con un destino claro y el corazón en un puño. El viento me azotaba la cara y me removía los cabellos con suavidad, casi como la ultima caricia que notaria esa noche. Llegué a un pequeño camino de grava, no veía nada así que decidí sacar la linterna que previamente había cogido antes de salir de casa. Caminé durante un rato que me pareció eterno, dando pequeños tragos a la botella de vodka. Ya no lloraba, simplemente me reía de mi misma. ¿Dónde me creía que estaba yendo? Cada vez reía más y más alto, una risa histérica que demostraba la poca cordura que me quedaba en aquellos momentos. Tuve que sentarme un momento porque no podía aguantarme de pie a causa de aquel ataque de risa, que pronto se convirtió en un llanto desenfrenado. Lloraba por la vida que perdía a cada paso que daba, por todo lo que dejaba atrás y por todo lo que me empujaba a seguir por aquel angosto camino. 
Me levanté despacio y le di un largo trago al liquido transparente que se estaba acabando demasiado rápido para mi gusto. Al fin llegué a mi destino, el mirador de mi pueblo, situado a unos 500 metros de altura, des de dónde se veía gran parte de la ciudad, y además se apreciaba el mar como una pequeña franja azul al fondo del paisaje. Me acerqué a la valla que separaba el mirador del acantilado en que estaba colocado. Las vistas eran preciosas, las luces tililantes de las casas formaban un manto de colores borrosos, algunas de ellas se movían, no se si por mi estado o porque eran las luces de algún coche. Pronto el sol empezó a iluminar el día, la botella de vodka se había acabado y ahora estaba fumándome otro cigarrillo mientras pensaba en mis cosas. Sabía perfectamente que había venido a hacer allí, la idea había estado en mi cabeza des de hacía meses, germinando y creciendo como un virus que al final había infectado toda mi mente. Me levanté y busqué el pequeño agujero que hacía años que se había hecho en la valla, lo traspasé y me acerqué sigilosamente al borde del acantilado y observé el panorama. Una larga ladera rocosa dominaba el suelo, y al fondo un riachuelo se abría camino entre la roca, en definitiva era una caída mortal.  
Suspiré, estaba decidida a hacerlo, avancé poco a poco, cerré los ojos, pero cuando sentí mi pie derecho flotando en el vacío retrocedí unos pasos. Moví la cabeza de un lado a otro, ¿De verdad quería eso? ¿Era tan cobarde como para huir de esa manera? Las rodillas me fallaron y las lágrimas volvieron a mis ojos, desbordando otra vez toda aquella oscuridad que recorría mi cuerpo como un ácido que me corroía el alma y el corazón. Sí, deseaba hacerlo, ¿para que seguir en un mundo que no tenía un sitio para ti? ¿ por que continuar siempre caminando cuando puedes quedarte eternamente en la cuneta de tus pesadillas?
Pero había algo en mi que me empujaba a no seguir avanzando, esa parte humana de supervivencia que milagrosamente aún conservaba. Volvía otra vez esa lucha interior, entre lo que me mandaba el corazón y lo que me dictaba la razón, entre lo que sentía y lo que dejaba atrás. Me levanté de repente asustada. El aire se había vuelto denso, lo podría haber cortado con unas tijeras, un frío paralizador se había apoderado del mirador, sentía en mi hombro una mano apretándome fuertemente. Retuve el aliento durante unos segundos y me giré asustada. El dueño de aquella mano era un chico de cabellos y ojos negros como la noche que hacía menos de unas horas me envolvía. Tenía la piel pálida y una sonrisa entre pícara y amenazadora en los labios. Vestía con una camisa y unos pantalones oscuros y seguía con la mano en mi hombro, ahora con mucha menos fuerza.
- Perdona.- dijo con una voz suave, acaramelada y tentadora.- pensaba que querías tirarte.- le sonreí tristemente, no iba muy desencaminado.- ¿estas bien?.- me preguntó mirándome a los ojos
- Sí.- dije, no muy convencida, había algo en él que me impulsaba a abrirle mis sentimientos.- Bueno quizá no.- el me devolvió la sonrisa y me puso la otra mano en el otro hombro
- Si quieres hablar, puedes hacerlo.- me dijo amablemente, y no se muy bien porque empecé a contarle que había llegado hasta aquí con la intención clara de tirarme por el acantilado pero que en el último momento el miedo me había invadido y que ahora estaba debatiendo mi propia muerte conmigo misma.
- Creo que voy a volver a casa.- le dije en un momento de debilidad. Su sonrisa se congeló, sus ojos se volvieron fríos y sus manos apretaron mis hombros hasta quedarse marcadas en mi piel.- ¿Que demonios...? .- empecé a preguntarle, pero de repente me empujó fuertemente hacía atrás. Yo esperaba caer en el suelo, pero lo único que sentí fue el vacío, una caída sin retorno, el miedo oprimiendome el pecho, y finalmente un fuerte golpe en la cabeza. Lo último que pensé fue que me hubiese gustado hacer algunas cosas antes de acabar mi camino, pero en el fondo sabia que eso era lo mejor.
En lo alto del acantilado, en el mirador, aquel extraño chico se desvanecía lentamente entre la niebla que había estado ocupando el lugar, pero en aquel lugar siempre quedó una frase en el viento "no intentes huir de la muerte, te encontraré allá donde vallas".


lunes, 23 de enero de 2012

Sueños y huidas VI


Él me sonrió, sus ojos brillaban como nunca los había visto, supe que mis palabras le habían hecho feliz, y en mi interior me maldije a mí misma, porque no le había mentido al decirle que le quería, pero no sabía si estaba dispuesta a aceptar lo que aquello suponía.
- Nos están esperando.- le dije acariciándole la mejilla dulcemente.- deberíamos irnos
Él asintió y se levantó sin dejarme ir la mano. Sonreí para mis adentros, pues sabía perfectamente que él también tenía miedo, miedo a que yo me fuera otra vez. Hacia bien de sospechar de mí.
Llegamos al bar de Xavi todavía cogidos de la mano. Entonces recordé a la chica que nos debía estar esperando dentro. Cristina, la novia de Santi. Solté a mi amigo de golpe. Él se quedó mirándome sorprendido
- ¿Qué pasa con Cristina?.- pregunté yo, un tanto enrabiada. Él bajó la vista, se apoyó en la pared y calló lentamente al suelo. Lloraba, sus lágrimas recorrían sus mejillas llenas de pensamientos, recuerdos y problemas. En aquel momento me asusté de verdad.- Santi ¿Qué te pasa?.- le dije arrodillándome delante suyo. Levantó la vista y me sonrió, pero más que una sonrisa fue una mueca de dolor
- No puedo dejarla.- dijo secándose las lagrimas.- Su padre es el dueño de la empresa en la que trabajo de director general, y no he llegado ahí por mis propios meritos.- me quedé callada acariciándole el pelo, intentando tranquilizarlo.- descubrí de donde venia la sorprendente riqueza que habían adquirido en tan poco tiempo, drogas, armas e incluso tráfico de mujeres.- el silencio calló sobre nosotros, aquello que me estaba explicando era horrible.- me compraron dándome el mejor puesto de trabajo que pudiera haber soñado nunca, me dieron un piso enorme en la calle Balmes y me comprometieron con Cristina para tenerme controlado permanentemente.- Sus lágrimas habían desaparecido, pero sus ojos estaban salpicados de miedo y dolor, jamás lo había visto así, debía hacer algo.- no se qué hacer Laura, estoy perdido.
Me levanté y le alargué mi mano sonriéndole, el me miró un tanto extrañado pero me la cogió y se levantó con mi ayuda. Lo arrastré por las oscuras calles del Rabal hasta llegar al puerto de Barcelona. Allí nos sentamos delante de un pequeño velero, que des de que éramos pequeños siempre había estado allí. Muchas tardes nos sentábamos delante suyo, soñando en innumerables aventuras a bordo de aquel pequeño barquito.
- ¿Qué hacemos aquí?.- me preguntó él extrañado
- Santi debes huir.- le dije yo seriamente mirándolo a los ojos, él se sorprendió y abrió la boca para replicar pero lo corté rápidamente.- sé que ellos te pueden encontrar en cualquier sitio, pero debes marcharte y denunciar lo que descubriste a la policía
- No sé si yo podré hacer eso.- dijo fijando la vista en las velas que se movían lentamente.- me costó mucho irme de casa, no sé si soy capaz de dejarlo todo otra vez.- le acaricié la mejilla suavemente y él se giró sonriendo tristemente
- No te voy a dejar solo Santi, me iré contigo, y me quedaré a tu lado para siempre ¿lo entiendes?.- el me besó suavemente, noté el sabor salado de sus lágrimas y pensé para mis adentros si lo que estaba haciendo era correcto, si estaba ayudando a mi amigo o si intentaba llevármelo en mi huida desesperada de la realidad. Seguía huyendo, pero esta vez no lo hacía por mí, sino por él.
FIN

Que pena, ya se acabó, me ha gustado mucho escribir esta historia ^_^ Puedo decir que en algunos aspectos Laura se parece a mi... Espero que os haya gustado leerla tanto como a mi hacerla y que sigais pendientes de mi próxima historia todavía no tengo claro que será xD. 

viernes, 20 de enero de 2012

Sueños y huidas V


- Has estado un tanto callada durante la comida.- me dijo Santi caminando unos pasos por delante.- ¿Te pasa algo?.- yo moví la cabeza negativamente, no me atrevía a mirarle a los ojos, tenía miedo de lo que pudiese haber en su mirada.- Si quieres hablar de lo que te preocupa estoy aquí ¿lo sabes verdad?
- Sí, pero es algo que debo solucionar por mi cuenta.- dije yo con la mirada fija en mis bambas
Llegamos a su piso en silencio absoluto, yo cabizbaja, él con la vista al frente con las manos en los bolsillos. Yo lo iba mirando de soslayo. Siempre me había gustado su pelo negro, lo había llevado de mil maneras, largo, corto, con una cresta, con rastas, con mechas o directamente teñido de algún color chillón. Sus ojos siempre me habían parecido preciosos, eran de un color gris muy claro, profundos y expresivos, podía saber cómo se encontraba con tan solo examinarle la mirada. Y ahora no sabía en qué demonios estaría pensando.
- Si quieres puedes ir al baño a cambiarte.- me dijo mientras cerraba la puerta del piso con llave.- yo estaré en la habitación
Cogí mi mochila y me puse el bikini negro que me había comprado el año pasado debajo de unos shorts tejanos y unos tirantes azules. Salí del baño y me encontré a Santi apoyado en la puerta con una camiseta negra y un bañador rojo. Realmente estaba muy sexy. Me quedé en la entrada del pasillo contemplando su piel morena, su cabello despeinado, sus ojos vagando en un punto incierto de la habitación, sus músculos marcándose debajo de la camiseta. Sacudí la cabeza intentando apartar de mi mente aquellos pensamientos, no debía dejarme llevar por la lujuria, debía asustar aquella vocecilla que me pedía que empotrase a mi amigo contra la pared y que me lo comiera a besos. Abrí los ojos un momento, ¿Eso lo había dicho yo? Decididamente se me iba la olla. Sí, por él.
- ¿Nos vamos?.- le dije saliendo del pasillo con la sonrisa más falsa que he hecho en mi vida. Él me barró el paso
- No, antes tendrás que decirme que demonios te pasa.- estábamos pegados el uno contra el otro, mi respiración empezó a agitarse peligrosamente, él puso su mano debajo de mi mentón y me obligó a mirarlo. En aquel momento no pude pensar en nada más que no fueran sus ojos grises que me miraban con deseo y pasión. He de reconocer que después de analizar aquella escena en la distancia de un par de días me reía de lo típico y tópicos que fuimos.- ¿Dime, que pasa por tu pequeña cabecita?
- Yo… .- empecé a decir intentando aclarar mis ideas, pero estaba en blanco y lo único que veía era su cara muy cerca de la mia.
En aquel momento me besó. Su lengua buscaba la mia casi con desesperación, yo le correspondí sintiendo el calor que emanaba de él. Su boca sabía ligeramente a menta, sus manos estaban aferradas a mi cintura, quizá por miedo a que intentara escapar, pero no, esta vez era yo misma la que quería estar junto él, sentirlo otra vez completamente mío.
Nos separamos con la mente nublada y la respiración agitada. Había sido un beso increíble, nunca nos habíamos besado de aquella manera cuando salíamos juntos, ahora era diferente, no sé si porque los dos llevábamos demasiado tiempo esperando aquel momento, o simplemente, había sido un segundo de pasión desbordado.
- Te quiero.- me dijo  rozando mis labios con los suyos. Yo lo callé con otro beso, pero él estaba empeñado en hablar.- Espera, necesito decírtelo.- Nos separamos, sentándonos en el viejo sofá.- no quiero que vuelva a pasar lo mismo que hace dos años
- Siempre me he arrepentido de aquello.- dije en un momento de alta sinceridad
- No.- dijo él moviendo la cabeza como si quisiera espantar moscas.- la culpa fue mia por no saber esperar.- el silencio nos rodeó y yo empecé a sentirme asustada por lo que acababa de pasar ¿Qué demonios había hecho?.-¿ Me quieres?.- me preguntó él de sopetón
- Yo...creo que.- empecé a decir, insegura
- ¡Crees no Laura!.- gritó enfadado sujetando mi cara entre sus manos.- ¡¿me quieres o no?!
- ¡Sí!.- grité yo a mi vez, sin pensar muy bien lo que eso implicaba, pero en mi interior una corriente de sentimientos se había desatado sin control, y ahora ya no podía pararla.- Sí Santi, te quiero, y lo más seguro es que te he estado queriendo des de siempre, pero tenía miedo de lo que podía pasar, de donde nos llevaría todo esto, por eso me fui y quizá por eso mismo he vuelto.

miércoles, 18 de enero de 2012

Reflexiones vespertinas


RIMA LII

Olas gigantes que os rompéis bramando 
en las playas desiertas y remotas, 
envuelto entre la sábana de espumas, 
¡llevadme con vosotras! 

Ráfagas de huracán que arrebatáis 
del alto bosque las marchitas hojas, 
arrastrado en el ciego torbellino, 
¡llevadme con vosotras! 

Nube de tempestad que rompe el rayo 
y en fuego ornáis las sangrientas orlas, 
arrebatado entre la niebla oscura, 
¡llevadme con vosotras!. 

Llevadme, por piedad, a donde el vértigo 
con la razón me arranque la memoria. 
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme 
con mi dolor a solas!.

Gustavo Adolfo Bécquer

Este poema me encanta, quizá por al fuerza de sus palabras que nos transportan hasta el gran dolor que debía sentir Bécquer cuando lo escribía. Que duro es vivir en la sombra de tu sufrimiento, cuantas veces la gente sueña con desaparecer con las olas, el viento o la lluvia. Seria tan fácil dejarnos llevar por nuestros instintos, por la oscuridad que recorre nuestras venas.

Cuando leí por primera vez este poema tenia 16 años y me sentí tan identificada que llegué a leerlo millones de veces. Eran tiempos de exilio en mi misma, tiempos de reflexión en la mas oscura de las habitaciones de mi alma, corría en mi la tristeza y la desesperanza. Con el tiempo se aprende a vivir con ellas, muchas veces he dejado que me aconsejen, son leales, pero no hagáis caso de sus consejos, os llevaran por la senda del dolor .

Mi alma ha estado perdida demasiadas veces, pero al final el camino se abre ante nosotros, y eso lo consigues a base de años bagando sin destino por la oscuridad. Yo me convertí en una sierva leal a la soledad, el sufrimiento, el dolor, la pena y la desesperanza, buscaba medidas de escape y las encontré, la verdad es que estas medidas todavía perduran en mi piel, y cuando las miro recuerdo que no debo volver a aquel horror.

Pero aunque a veces me deja llevar por mi dolor ahora he vuelto a la luz, digamos que estoy en la frontera, a veces hecho de menos a mi fiel oscuridad, siempre morará en mi alma y en mi corazón, debo cuidarme a mi misma y no recaer, por que he aprendido que la vida es demasiado corta como para desperdiciarla entre pensamientos oscuros.

Laia

lunes, 16 de enero de 2012

Sueños y huidas IV


- Así que tienes novia.- le solté a mi amigo, como quien no quiere la cosa
- Exactamente.- dijo el desviando la mirada hacia sus converses negras
- ¿Y cómo se llama?.- pregunté yo, intentando, no sé muy bien si entender como le gustaban las chicas a Santi, o si simplemente era curiosidad morbosa
- Cristina.- dijo mi amigo todavía con la vista vagando por toda la estancia.- hace calor ¿verdad?
- ¿Cómo es?.- ataqué yo, obviando la pregunta absurda que él había hecho
- Oye, ¿es necesario que me interrogues?.- me preguntó el de sopetón fijando, esta vez sí, su mirada de ojos grises en la mia. Me sonrojé avergonzada por mi comportamiento, debía dejarlo en paz, y cargar yo sola con ese extraño sentimiento que se estaba instalando en mis entrañas
- Hola de nuevo chicos.- nos saludo Xavi trayendo consigo tres platos de patatas fritas, carne, bacón y otros sucedáneos llenos de grasa perfectos para mi cuerpo famélico.- oye, podríamos ir a la playa esta tarde, llamas a Cris y vamos, ¿qué os parece?
- No creo que…- empezó a decir Santi pero yo lo corté con entusiasmo
- ¡Seria perfecto!.- Xavi me miró encantado y  empezamos a comer hablando de temas banales mientras mi amigo llamaba a su novia.
La verdad es que quería conocerla, saber cómo era la chica que había conquistado el corazón de Santi. En mi interior sabía que no era simple curiosidad, des de que dejamos nuestra corta relación él no había estado con nadie más, al igual que yo. Eso, aunque parezca un tanto extraño, me tranquilizaba, pues me proporcionaba la licencia de decir que Santi era, en parte, mío. Antes he dicho que nunca podría haberme enamorado de él, mentía, ahora lo he comprendido. Tenía miedo de lo que implicaba ese sentimiento, de lo que nos cambiaria el uno al otro, porque ser amigos no es lo mismo que estar enamorados, ¿qué pasaba cuando todo se acaba? Nada volvería a ser lo mismo, y no quería perder la amistad que nos había unido des de que éramos unos críos. Recuerdo como des de la primaria jugábamos juntos, nos protegíamos mutuamente, nos ayudábamos y nos peleábamos, siempre éramos el y yo, nadie podía entender nuestras bromas, nadie podía reconciliarnos si nos enfadábamos porque solo nosotros sabíamos que había pasado, nada nos había separado nunca.
Y ahora, ¿Qué demonios debía hacer? De acuerdo, acababa de aceptar que estaba enamorada de mi mejor amigo, pero resultaba que este tenia novia. La sola mención de esa chica me hizo temblar de rabia y celos. Si, había descubierto que era ese sentimiento que tanto se parecía al ácido y que recorría mi cuerpo, eran los malditos celos.
- Eh! Laura? Estas ahi?- preguntó Xavi mirandome atentamente.- Te preguntaba si tenias bikini?
- Si.- dije yo sonriendole amablemente.- no te preocupes
- Entonces nosotros vamos a cambiarnos.- dijo Santi levantandose de la silla.- le he dicho a Cristina que venga aquí, no la asutes mucho, vale?.- Xavi le pegó un puñetazo en el hombro mientras sus carcajadas resonaban por toda la estancia

lunes, 9 de enero de 2012

Sueños y huidas III


- Oye.- me llamó Santi entrando en la pequeña cocina.- no creo que encuentres mucha cosa ahí.- dijo señalando la nevera.- pensaba ir a comer al bar de un amigo.- abrí la boca para comentarle mi falta de dinero, pero el continuó hablando.- no te preocupes por la pasta, me invita a todo siempre que voy.
- Me gustaría ducharme antes.- dije yo sonriendo. El asintió y me dejo pasar hacia el baño, que como todo en aquel piso no era más que un suspiro. A duras penas cabía el váter, una pequeña ducha y el lavabo.
Empecé a desvestirme poco a poco, observando mi cuerpo en el espejo. No me podía quejar la verdad, había heredado unos buenos pechos de parte de mi madre, redondos, ni muy grandes ni muy pequeños, me mantenía en forma y ese era el punto más importante para mantener tersas todas las partes del cuerpo. Pero lo que más me gustaba de mi misma era el cabello, castaño claro, rubio en verano, con ligueras ondulaciones, podía llevarlo largo, corto, liso o rizado, daba igual lo que le hiciera que siempre quedaba bien. En aquellos momentos lo llevaba a la altura de los hombros totalmente despeinado, pero aún así seguía pareciendo bonito.
Entré en la ducha y encendí el chorro de agua fría que me quitó de un golpe el calor sofocante que sentía. En menos de veinte minutos salí del baño, limpia, fresca y con mucha hambre. Volví al salón donde Santi miraba embobado la televisión. Se había puesto una camiseta blanca ajustada, que marcaba sus recientes músculos en el torso. Siempre había sido un chico fuerte, pero nunca había hecho algún deporte ni había pisado un gimnasio. Además se había peinado su rebelde cabello negro.
- Veo que te empiezas a cuidar más.- le dije bromeando
- Las cosas cambian pequeña.- me dijo el acercándose para irnos. Fue entonces cuando olí una fragancia muy extraña, dulce y varonil al mismo tiempo
- ¿Te has puesto colonia?.- le pregunté está vez sorprendida
- Como te he dicho antes.- empezó el sonriendo picaronamente.- las cosas cambian.
Salimos otra vez a la calle, el sol picaba más que nunca, pero yo no lo notaba. Seguía pensando en aquellos nuevos detalles que veía en mi amigo. ¿Colonia? ¿Des de cuando usaba aquel perfume tan atrayente? ¿Y esos músculos? ¿De dónde los había sacado? Y la pregunta más importante, ¿para qué demonios los quería? La respuesta a mi cuestión me vino como un mazazo en el estomago. Santi estaba saliendo con alguien.
- Santi.- le llamé un tanto avergonzada por lo que estaba a punto de preguntar.- ¿tienes novia?- Él se paró y se giró lentamente hacia mi, sonriendo, pero con la mirada triste e incluso cansada.- si no quieres decírmelo lo entenderé
- Si, tengo novia.- dijo empezando a caminar de nuevo.- pero eso no impide que tu y yo salgamos a comer.- yo lo seguí haciendo un esfuerzo por asimilar sus palabras, algo en mi interior se estaba formando, y no me gustaba nada.- ya hemos llegado.- dijo él abriéndome la puerta de un bar no muy grande, con cuatro o cinco personas dentro.- ¡Hola Xavi!.- saludó Santi
- Pero si esta aquí el independiente.- salto el dueño del local, un chico alto de pelo castaño oscuro y ojos verdes con una sonrisa de oreja a oreja, se nos acercó y abrazó fuertemente a mi amigo dándole unas sonoras palmadas en la espalda. Siempre me había hecho gracia ese saludo, era tan estúpido, seguro que más de uno se hacía daño, engreídos y egocéntricos, así eran los hombres.- y está invitada que me traes ¿Quién es?
- Es Laura, una amiga de toda la vida.- dijo rodeándome la espalda con su largo brazo
- ¿De toda la vida y todavía no me la habías presentado?.- dijo el chico sin perder la sonrisa de los labios.- supongo que habéis venido a comer.- los dos asentimos muertos de hambre.- si os esperáis un poquito podemos comer los tres juntos
- Seria fantástico.- aceptó mi amigo condenándome a por lo menos una hora más de hambre incontrolable, tuve suerte de que el simpático Xavi me pasó una coca- cola y pude saciar parcialmente mi instinto depredador. Sin embargo, había otras cosas que me preocupaban más que el hambre.

domingo, 8 de enero de 2012

Sueños y huidas II


Estaba llegando a Barcelona, esa ciudad que tanto me fascinaba, quizá por la gente, por los edificios o por sus calles, siempre llenas de historias que contar. Bajé del tren i salí por fin a la luz del sol de verano. Hacía un calor horrible, bueno, calor no, más bien bochorno. En menos de unos minutos me sentía pegajosa y sudada, así que decidí ir a tomar algo. Saqué la cartera de la mochila que llevaba colgada en un hombro, llevaba por lo menos tres cientos euros, dinero que había ganado con mi último trabajillo. No debía gastármelo así como así. Además todas las terrazas estaban llenas de gente, turistas la mayoría.
Así pues seguí caminando sin ningún rumbo fijo. Sí, me había ido de casa, pero no tenía destino claro, nunca lo había tenido, era libre, al menos eso me parecía en aquellas primeras horas de paseo por la ciudad de mis sueños. Llegue a la playa, a reventar de gente, seguí caminando hasta situarme delante de un bloque de pisos destartalados en un pequeño callejón del barrio del Rabal. Me acerqué al interfono y piqué al segundo piso.
- ¿Si?.- preguntó la voz de mi amigo Santi
- Hola.- dije yo con la voz un tanto rasgada.- ábreme por favor
- ¡Laura!- exclamó el encantado.- sube por las escaleras, el ascensor sigue averiado.
Empujé la pesada puerta después de oír el estridente ruido que salía del interfono y empecé a subir las mugrosas escaleras. Santi era un amigo de la infancia, confidente, ex novio, pero sobre todo, era una de las pocas personas en que había podido confiar siempre. Quizá por eso, cuando me pidió que saliéramos juntos le dije que si, aun que nunca hubiese podido estar enamorada de él. Fue un error por mi parte, porque aquello se acabó pronto, y le hice daño, cosa que todavía no sé cómo me lo ha perdonado. Pero el pasado, pasado está y además eso ocurrió hace unos años, ahora todo era como siempre. Llegue delante de la puerta entreabierta y la empujé con cuidado, sentado en el viejo sofá que se había encontrado en la basura, estaba el, en calzoncillos fumándose un cigarrillo, con su cabello negro alborotado, cayéndole encima de los ojos.
- Hacia mucho que no te pasabas por aquí.- dijo el mirándome acusador.- ¿qué te pasó?
- Intenté ser una niña buena.- dije sentándome a su lado mientras le daba una larga calada a su cigarro.- ya sabes, estudiar, portar-me bien, dejar de fumar.- el sonrió por lo bajo y yo le devolví la sonrisa.- pero no va conmigo
- ¿Te has ido de casa verdad?.- dijo el sonriendo socarronamente
- Si, y no me arrepiento de ello, tenía ganas de salir de esa cárcel, de huir, como hiciste tu
- Lo mío era diferente.- me dijo, esta vez seriamente
- Lo sé, pero siempre te he envidiado.- dije apoyando la cabeza en el respaldo del sofá.- hace demasiado tiempo que persigo la libertad
- Sabes que eso no existe.- dijo el apagando el cigarrillo que habíamos estado compartiendo.- pero si estar en mi casa te hace sentir libre, aquí tendrás siempre un sitio
- Gracias.- le dije yo abrazándole fuertemente.- no se qué haría sin ti.- le susurré
- Nada, eso se ve a simple vista.- dijo el separándose y riendo por lo bajo. Yo le pegué un suave puñetazo en el hombro y me levanté para comer algo.
A veces pensaba que Santi era el único hombre que merecía la pena, y sin embargo lo había dejado escapar cuando era totalmente mío. Y todo por esa dichosa libertad. Siempre la he buscado, con todas mis fuerzas, la he soñado e imaginado millones de veces. Pero cuanto más pienso en ella más me parece una ilusión. 

miércoles, 4 de enero de 2012

Sueños y huidas 1


El tren no llegaba. Normalmente siempre se retrasaba un poco, pero aquella vez ya pasaban veinte minutos de la hora normal. Me senté en uno de los bancos rojos de la estación y me encendí un cigarrillo. Debía haber ocurrido un accidente, quizá un suicidio. Suicidio, que palabra tan inquietante y tentadora para algunos. Expulsé el humo con calma y miré a mí alrededor. Estaba sola, esperando un tren que me llevaría lejos de los míos, de mi familia y amigos. Quizá la decisión de huir no era la más acertada en mi situación, pero necesitaba un cambio de aires, sentir que continuaba viva.
La voz de megafonía anunció que el tren se demoraría diez minutos más. Apagué el cigarrillo con cuidado, una abuela que tenia al lado me miró acusadora. Si, sabía perfectamente que en las estaciones no se podía fumar, pero todo el mundo se saltaba esa maldita ley. Chorradas, todo lo que hacían los gobiernos eran chorradas. Bueno, quizá esto no, pero otras cosas sí. Que si crisis, que si corrupción, que si políticos inútiles y otras pamplinas. España se estaba yendo a pique, como yo. 
El tren por fin llegó, subí sin mucha prisa y me senté en el primer sitio libre que vi. A mi lado un niño jugaba con una de las innumerables consolas que había actualmente. Me reí para mis adentros, recordando mi vieja y enorme game boy color, aquella carraca que tantas partidas había pasado a mi lado. Ahora los niños nacían con una máquina bajo el brazo. También es cierto que yo no me quedaba atrás, me había comprado innumerables aparatos electrónicos, ordenadores, móviles, consolas etc. No me podía quejar, pero me quejaba, porque la sociedad me pide que tenga más. No me voy a engañar, no es la sociedad, soy yo que no me se conformar. Siempre quiero más y mejor, no tengo límites.
El niño estaba jugando a Pokemon, aquel magnífico y estupendo juego de Pokemon, recordaba la mayoría de nombres de esos extraños animales, diseñados para luchar a mis órdenes. A mis diecinueve años, todavía me gustaban ese tipo de cosas. Seguí mirando la partida del niño, que ya estaba a punto de pasarse el juego, pero parecía que estaba un poco encallado.
- Oye.- le dije.- si utilizas eso.- le dije señalándole el ataque perfecto para derrotar al último entrenador.- ganarás en menos de cinco minutos
- Gracias.- dijo el sonriéndome.
Si, solo fue una sonrisa, pero me tranquilizo durante todo el viaje, que por cierto, me lo pase aconsejando al niño, que estaba encantado conmigo. La que no parecía tan contenta, era la supuesta madre, que tenía la mirada fijada en mí. Bueno, he de aclarar que mi aspecto era bastante mejorable, pero actualmente nadie se sorprende de una chica con una sudadera ancha, tejanos y bambas. Me gustaba lo sencillo, la comodidad, casi nunca me había puesto tacones ni faldas, no me maquillaba, y a penas me peinaba por las mañanas.  Pero pese a ello mi aspecto era perfectamente respetable.
- Vamos hijo.- dijo la madre cuando llegaron a su destino.- debemos bajarnos ya.- el niño se la miró tristemente y se despidió de mi pidiéndome un último consejo
- Entrena duro y llegaras muy lejos.- le dije yo solemnemente, y no pude hacer más que reírme de mis ocurrencias.
Realmente a veces pensaba que estaba un poco chalada. Demasiados libros y películas, demasiadas aventuras al lado de personajes tan míticos como Harry Potter, Luke Skywalker, Frodo Bolson, Sora y Riku, Cloud Strife, Son Goku y Vegeta, y muchos otros que han llenado mi mente de fantasías absurdas. Los videojuegos, los libros, las películas y la música eran las cuatro cosas imprescindibles en mi vida, y puedo decir que los he tenido todos a partes más o menos iguales. 
"Y todo por esa dichosa libertad. Siempre la he buscado, con todas mis fuerzas, la he soñado e imaginado millones de veces. Pero cuanto más pienso en ella más me parece una ilusión. " (fragmento de una de mis historias, inacabada xD)
Libertad. Que palabra tan bonita, alegre, esperanzadora. Y sin embargo, cuanto más me paro a pensar en ella más me doy cuenta de que todos los que perseguimos ideales, personas, o simplemente la mismísima libertad somos esclavos de ellos. Por mis ideales seria capaz de matar? Quien sabe, nunca me he parado a pensarlo.

La muerte, otro tema que muchos se toman a la ligera. Alguien ha estado al filo de ella? a sentido su aliento en la nuca? A alguien le ha perseguido la muerte durante años? Yo estuve al filo de la muerte, y lo que es peor, por decisión propia. Pero se puede superar, os lo aseguro.

No se por que he empezado a escribir esto, simplemente tenia ganas de hacerlo, hay gente que no entiende lo bonito que es vivir, yo no lo entendía, y la verdad es que sigo sin entenderlo, por que para mi vivir, es poder hacer lo que uno quiera en el momento que quiera, no deberíamos tener limites de tiempo, estamos controlados por normas y leyes que la mayoría de la población no entiende, incluso no saben que existen, somos una sociedad manipulada por aquellos que tienen el poder, por los medios de comunicación pero sobre todo por nuestra propia ingenuidad.

La vida pasa rápido y no quiero perderla estudiando pamplinas que no entiendo y que no me serviran de nada, lo que yo quiero es viajar, y pasarme el día escribiendo, para luego poder hacer llegar mis historias a todos aquellos que necesiten un momento de paz.

lunes, 2 de enero de 2012

Viktoria decide morir

Hoy traigo un libro: Viktoria decide morir de Paulo Coelho
Realmente es impresionante, la fuerza con la que las ideas del autor entran en la mente del lector, como modifica su punto de vista, lo ensancha y hace que cambie. Yo hace un par de día que lo acabé y no me ha dejado indiferente. Se podría pensar que, por el título, es un libro que describe las amarguras de Viktoria, y que al final esta quiera suicidarse. Pero no es así. Coelho nos cuenta la historia de Veronika, una joven de unos 24 años, aplastada por la rutina y la inutilidad de su vida, decidiendo al fin acabar con ella. Pero la mala suerte hará que no solo la salven de su intento de suicidio, sinó que acabe internada en un manicomio, Villete.
Allí tan solo tendrá una semana más de vida, pues las pastillas que tomó para su suicidio le han dejado una lesión incorregible en el corazón. Es aquí cuando el lector empieza a experimentar cambios, quizá algunos se identifiquen con Veronika, decidida a morir pase lo que pase, quizá otros se identifiquen con Mari o Zedka, dos de las internas que se encontrará la protagonista durante la semana que pasa en Villete.
Este libro es un canto a la vida, pero no al simple hecho de vivir, siguiendo normas preestablecidas y leyes que nadie entiende, nos anima a vivir la vida como nos venga en gana, aprovechar cada segundo por que puede ser el último, que no nos avergonzamos de nuestras acciones, que no tengamos miedo de que nos llamen locos, por que la locura es la incapacidad de comunicar nuestras propias ideas