Una vez me dijeron que la vida era como una locomotora de vapor. Al principio no lo entendí, pero a medida que le daba vueltas al asunto empecé a encontrarle sentido. El carbón que ponía en movimiento nuestras vidas eran los sueños, pues con ellos alimentamos nuestras ganas de seguir adelante. Las vías por donde se mueve la locomotora eran los objetivos a corto plazo, cada nuevo tramo era una meta que debíamos conseguir para llegar a realizar nuestros sueños más profundos. A veces nuestra vida tiene momentos en que parece estancada, pues nos encontramos en una estación donde paramos a arreglar la locomotora, son esos días, meses o incluso años en que necesitamos pararnos para reordenar las cosas hasta encontrarnos listos para seguir avanzando. No viajamos solos, detrás nuestro tenemos diversos vagones llenos de pasajeros, todas aquellas personas que nos vamos encontrando en nuestro camino y que, por alguna razón desconocida, deciden subirse a nuestro tren. Sin embargo, estos pasajeros no son siempre los mismos, hay algunos que se bajan y nunca vuelven a subir, quizá porque no les ha gustado el viaje, otros que se despedirán, pero por suerte o por desgracia, acabarán volviendo, y finalmente, solo unos pocos, decidirán quedarse hasta el final del camino. Durante nuestro viaje la locomotora de vapor deberá superar diversos problemas, a veces se nos estropeará una rueda o nos podemos quedar sin carbón. Es por eso que algunos pasajeros vendrán en tu ayuda y te recordarán que a pesar de las adversidades, tienes que seguir avanzando. Finalmente, llegará un día en que la locomotora, ya vieja y estropeada decida no volver a funcionar, pues toda vida tiene un final aunque todavía le quede carbón con el que alimentarla.
La vida, sin duda, es como una pequeña locomotora de vapor.
Es una bonita metáfora ;3
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