martes, 2 de octubre de 2012

Tarde lluviosa.

La lluvia caía imparable y fría aquella tarde de domingo. Las gotitas repicaban constantes y rítmicas en mi ventana. Yo intentaba leer, pero mi mente vagaba por otros niveles más etéreos que las simples lineas de un libro cualquiera, ni me había fijado en el título. Me levanté de la cama mareada y medio dormida. Intenté desperezarme un poco estirando mis extremidades y me dirigí al armario, lo abrí y saqué una sudadera que me puse encima de la camiseta. Salí de la habitación, me puse unas bambas y salí a la calle, dejando que poco a poco la lluvia empezase a mojarme.
Como un bálsamo rebitalizante, el agua borró de mi piel los recuerdos, sanó mi cabeza de malos pensamientos, purgó de mi alma de aquello que me había estado atormentando noche tras noche. Me sentía mucho más tranquila caminando sin rumbo bajo la lluvia que no cerrada en mi casa dándole vueltas a todo. Seguí avanzando pataleando cada charco que me encontraba, esquivando los pocos paraguas que atravesaban la calle. Era libre en un mundo donde la libertad estaba fijada a un alto precio. 
Me apoyé en un árbol a descansar, pero sobre todo a observar. A mi alrededor tan solo quedaban las mesas de una terraza, en el suelo un paraguas olvidado por un dueño que debía haber salido sorprendido por la tormenta. A lo lejos los nubarrones negros se apelotonaban entre si cargados de agua y electricidad. Algo se movió a mi espalda, absorta mirando la lluvia caer no me di cuenta de que alguien me tapaba los ojos con cuidado.
- ¿Quien soy? - dijo una voz susurrándome al oído, pero yo, demasiado ofuscada en mi misma no estaba para juegos e intenté girarme para verla.
Cuando conseguí darme la vuelta, allí no había nadie, mi mente me había jugado una mala pasada, la lluvia era lo único que me rodeaba, y aquello había estado el reflejo de un deseo, el deseo de que tú estuvieras allí conmigo para protegerme del frío, para curar mis heridas.
Volví a casa abatida, me quité la sudadera y volví a tirarme en la cama. Cogí el móvil y vi que alguien me había enviado un mensaje, sin ni tan solo mirar quien era lo abro asqueada, no quería hablar con nadie. "Estabas preciosa bajo la lluvia esta tarde". Sorprendida miro el remitente. Tú, mi pequeña. Quizá no lo hubiese soñado... 

2 comentarios:

  1. Salvo ese "rebitalizante" que he leído por ahí, que va con V, de vida, de vitalidad, es un texto precioso; como todo lo que escribes, me encanta.
    Y me supongo a quién irá dirigido...

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  2. Tienes talento, sigue trabajando.

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