Vivimos, como autómatas pretendiendo morir como héroes. Solo somos voces que nadie escucha, pequeños monstruos, parásitos en un mundo que nos dio la vida. Avanzas, como puedes, intentas no caerte pero a veces la gravedad de tus propios pensamientos te apuñala contra el suelo. Te deja allí, sin a penas fuerzas, mientras oyes a tus espaldas como tus propios demonios se ríen de ti. Patético.
Le levantas, otra vez. Intentas seguir viviendo a pesar de todo, corres, sientes, disfrutas, incluso ríes, pero cuando llega la noche, vuelves a pudrirte en ti mismo. Lloras, gritas, fumas. La música es la única capaz de relajarte. La escuchas, armónica, paciente te hace sentir mejor. Aún así sigues perdido en un mundo que no entiendes, en unas normas que no quieres seguir. Te preguntas porque sigues vivo y la imagen de ciertas personas te viene a la mente. Suspiras. Por ellos.
Pero el dolor que puede provocarte tu propia mente se hace cada vez mayor. A penas duermes, comes para no preocupar a nadie, te fabricas una máscara con la más falsa de las sonrisas y sales a la calle con ella siempre puesta. Nunca te muestras tal y como eres, te escondes debajo de una armadura que no dejas que nadie atraviese, pero a veces te hundes, eres incapaz de mantener la compostura frente al mundo. Buscas desesperadamente un sitio donde sentirte aceptado y cuando lo encuentras, te das cuenta que en realidad no era tan difícil mostrarse tal y como uno es.
Pero las cosas siempre acaban torciéndose para ti, vuelven los insultos, te autodesprecias a ti mismo, te odias tanto que tan solo piensas en hacerte daño, y eso, salpica a la gente que quieres y sufren porque te ven el dolor grabado a fuego en los ojos. Ya no saben que demonios hacer contigo, algunos se van, otros siguen dándose cabezazos contra la pared de negativismo que tu mismo has creado, pero ninguno sabe como ayudarte. Y tú lloras, lloras porque no quieres hacerles daño y sin embargo con cada corte que escondes tras tu mangas es una puñalada para ellos.
Vives a medias, mueres, lentamente, entre susurros, desesperas, huyes, tropiezas y caes, te hundes en tu propio pozo de desesperanza y te quedas allí, simplemente porque te da miedo el mundo exterior. Eres como un pequeño monstruo nocturno y así vas a ser toda tu maldita vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario