Ella un café humeante, él un vaso de Nestea
helado. Su mente vaga distraída, potente, imparable, hablan pausadamente, dicen
lo primero que piensan:
- No, no soy dueña de nadie, tan solo
sigo los cánones establecidos para que no me echen de tu castillo.- dice ella
siguiendo con una broma anterior.
- ¿Castillo? ¿Qué castillo? Pues yo no
soy ni noble ni rey de ningún hogar.- le responde él moviendo la mano
exagerando sus palabras
- El castillo de nuestras mentes,
querido, en nuestro interior aguarda un palacio.- le dice ella mirando al
cielo, hasta que lo mira a los ojos con mirada inquisitiva.- ¿Pura luz? ¿Pura
oscuridad? Qué más dará.
- Eso no es un simple castillo, es un
mundo.- le objeta él dando un sorbo de su bebida
- Puedes llamarlo mundo, puedes llamarlo
castillo o palacio, depende de las limitaciones que quieras darle a tu
imaginación.- ella empieza a mover las manos, señal de que su cerebro trabaja
más y más rápido para encontrar la palabra que le falta.- Yo lo llamo
infinito.- dice al fin mirando a lo lejos satisfecha de su elección.- Allí
donde la mente de nadie pueda llegar yo llegaré, donde las fronteras marquen el
fin yo las traspasaré.- la emoción aumenta en su voz, se levanta ligeramente de
la silla como si quisiera echar a volar, hasta que se calma y le da un tragito
a su café.- por eso mi mente es infinita.
- Eso es solo el sueño de un iluso.- le
responde él, tajante, con la mirada seria y quizá con los pies un poco más en
la tierra que ella.- ¿Quién dice que cualquier cosa que pienses o hagas o dejes
de pensar y hacer no lo ha hecho ya alguien?- Sus palabras la dejan pensativa,
se rasca la barbilla mirando al cielo hasta que empieza a hablar otra vez.
- Nadie me lo asegura, eso es cierto.-
dice poco a poco.- pero yo voy a llegar más allá, porque lo sabré, sabré cuando
mi mente ha llegado al infinito cuando no distinga realidad de ficción, cuando
el cielo y la tierra se junten en uno y me demuestren un mundo nuevo.- la
pasión había vuelto a sus palabras y a su forma de expresarlas, tuvo que
relajarse otra vez y esperar a que su amigo dijera algo.
- Mientras exista algo allí, seguirás
siendo un número.- contestó él con el vaso en la mano derecha y con la
izquierda señalando a su amiga.- Por eso el mejor destino es la nada.- dejó
caer su mano y le dio un sorbo a su nestea como si no le quedara otra cosa que
resignarse a sus propias palabras.
- La nada no existe.- dijo ella negando
con la cabeza.- Porque alguien tiene que haber creado la nada y en ese momento
lo que llamamos “nada” pasa a ser algo inventado y por lo tanto deja de ser
nada.- sus palabras salieron de su boca poco a poco tomando forma a medida que
las pronunciaba como si no estuviera segura de que serían capaces de expresar
lo que tenía en la mente.
- El
tiempo que pasas dormida y no sueñas, el tiempo que no sientes.- le contradijo
él adelantándose un poco en su silla, como si así pudiera darle más certeza a
sus argumentos.- Eso, es la nada.- concluyó con un movimiento de cabeza.
- Siempre
soñamos o pensamos, la mente nunca se para.- empezó ella rebatiendo las
palabras de su amigo.- siempre sentimos algo, en lo más profundo de nuestro ser,
sentimos algo.- Su mirada color miel se cruzó con la suya negro azabache.-
Siempre.- Repitió sin perder el contacto visual.
- Oh sí.-
dijo él sarcástico.- la teoría siempre está muy bien, pero no es la práctica.
- Y en la
práctica quizá no sientas nada, quizá es lo que deseas y quizá, tan solo quizá
sea así.- le contestó ella sonriendo con amabilidad.- porque en el fondo
querido amigo, los dos sabemos que sientes algo dentro de ti.
- No
niego que sienta algo.- dijo él un tanto cabizbajo, hasta que reafirmó sus
argumentos y volvió a la carga.- Pero admito que al final, solo está la nada.
Aunque lo resistas en vida, lo encontrarás en la muerte.
- No
sabes que hay después de la muerte.- le contestó ella en el acto.- nadie te
asegura que sea la nada, nadie lo sabe y no lo confirmarás hasta que te
mueras.- Concluyó ella confiando en que esta vez no podría contrarrestar sus
argumentos.
- Y nadie
me asegura que sea otra cosa.- siguió él reciclando lo que había dicho su
amiga.- pero soy el Dios de mi propio pensamiento y de mi propia visión de la
realidad, así que puedo creer que eso es lo que hay después, al igual que otro
puede pensar en un campo de flores, en un espacio infinito blanco o en
cualquier cosa.- Su voz había ido tomando un deje autoritario, como si quisiera
darle más poder a sus palabras.
- Bueno.-
le contestó ella levantando los hombros resignada.- En eso te doy la razón mi querido amigo,
nadie puede parar nuestras creencias porque por alfo son tan solo nuestras.
El hielo
del Nestea se había fundido bajo el calor, en la taza tan solo quedaban los
posos del café, ellos, los únicos asistentes a aquella conversación entre dos
amigos.
Basada en una conversación real.
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