sábado, 21 de julio de 2012

Café y Nestea


Ella un café humeante, él un vaso de Nestea helado. Su mente vaga distraída, potente, imparable, hablan pausadamente, dicen lo primero que piensan:
- No, no soy dueña de nadie, tan solo sigo los cánones establecidos para que no me echen de tu castillo.- dice ella siguiendo con una broma anterior.
- ¿Castillo? ¿Qué castillo? Pues yo no soy ni noble ni rey de ningún hogar.- le responde él moviendo la mano exagerando sus palabras
- El castillo de nuestras mentes, querido, en nuestro interior aguarda un palacio.- le dice ella mirando al cielo, hasta que lo mira a los ojos con mirada inquisitiva.- ¿Pura luz? ¿Pura oscuridad? Qué más dará.
- Eso no es un simple castillo, es un mundo.- le objeta él dando un sorbo de su bebida
- Puedes llamarlo mundo, puedes llamarlo castillo o palacio, depende de las limitaciones que quieras darle a tu imaginación.- ella empieza a mover las manos, señal de que su cerebro trabaja más y más rápido para encontrar la palabra que le falta.- Yo lo llamo infinito.- dice al fin mirando a lo lejos satisfecha de su elección.- Allí donde la mente de nadie pueda llegar yo llegaré, donde las fronteras marquen el fin yo las traspasaré.- la emoción aumenta en su voz, se levanta ligeramente de la silla como si quisiera echar a volar, hasta que se calma y le da un tragito a su café.- por eso mi mente es infinita.
- Eso es solo el sueño de un iluso.- le responde él, tajante, con la mirada seria y quizá con los pies un poco más en la tierra que ella.- ¿Quién dice que cualquier cosa que pienses o hagas o dejes de pensar y hacer no lo ha hecho ya alguien?- Sus palabras la dejan pensativa, se rasca la barbilla mirando al cielo hasta que empieza a hablar otra vez.
- Nadie me lo asegura, eso es cierto.- dice poco a poco.- pero yo voy a llegar más allá, porque lo sabré, sabré cuando mi mente ha llegado al infinito cuando no distinga realidad de ficción, cuando el cielo y la tierra se junten en uno y me demuestren un mundo nuevo.- la pasión había vuelto a sus palabras y a su forma de expresarlas, tuvo que relajarse otra vez y esperar a que su amigo dijera algo.
- Mientras exista algo allí, seguirás siendo un número.- contestó él con el vaso en la mano derecha y con la izquierda señalando a su amiga.- Por eso el mejor destino es la nada.- dejó caer su mano y le dio un sorbo a su nestea como si no le quedara otra cosa que resignarse a sus propias palabras.
- La nada no existe.- dijo ella negando con la cabeza.- Porque alguien tiene que haber creado la nada y en ese momento lo que llamamos “nada” pasa a ser algo inventado y por lo tanto deja de ser nada.- sus palabras salieron de su boca poco a poco tomando forma a medida que las pronunciaba como si no estuviera segura de que serían capaces de expresar lo que tenía en la mente.
- El tiempo que pasas dormida y no sueñas, el tiempo que no sientes.- le contradijo él adelantándose un poco en su silla, como si así pudiera darle más certeza a sus argumentos.- Eso, es la nada.- concluyó con un movimiento de cabeza.
- Siempre soñamos o pensamos, la mente nunca se para.- empezó ella rebatiendo las palabras de su amigo.- siempre sentimos algo, en lo más profundo de nuestro ser, sentimos algo.- Su mirada color miel se cruzó con la suya negro azabache.- Siempre.- Repitió sin perder el contacto visual.
- Oh sí.- dijo él sarcástico.- la teoría siempre está muy bien, pero no es la práctica.
- Y en la práctica quizá no sientas nada, quizá es lo que deseas y quizá, tan solo quizá sea así.- le contestó ella sonriendo con amabilidad.- porque en el fondo querido amigo, los dos sabemos que sientes algo dentro de ti.
- No niego que sienta algo.- dijo él un tanto cabizbajo, hasta que reafirmó sus argumentos y volvió a la carga.- Pero admito que al final, solo está la nada. Aunque lo resistas en vida, lo encontrarás en la muerte.
- No sabes que hay después de la muerte.- le contestó ella en el acto.- nadie te asegura que sea la nada, nadie lo sabe y no lo confirmarás hasta que te mueras.- Concluyó ella confiando en que esta vez no podría contrarrestar sus argumentos.
- Y nadie me asegura que sea otra cosa.- siguió él reciclando lo que había dicho su amiga.- pero soy el Dios de mi propio pensamiento y de mi propia visión de la realidad, así que puedo creer que eso es lo que hay después, al igual que otro puede pensar en un campo de flores, en un espacio infinito blanco o en cualquier cosa.- Su voz había ido tomando un deje autoritario, como si quisiera darle más poder a sus palabras.
- Bueno.- le contestó ella levantando los hombros resignada.-  En eso te doy la razón mi querido amigo, nadie puede parar nuestras creencias porque por alfo son tan solo nuestras.
El hielo del Nestea se había fundido bajo el calor, en la taza tan solo quedaban los posos del café, ellos, los únicos asistentes a aquella conversación entre dos amigos. 

Basada en una conversación real. 

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