“La última palabra” pensó mientras se leía la frase que acababa de
terminar. “La última palabra tiene que ser perfecta e inolvidable”. Se quedó
mirando la pantalla del ordenador con la cara marcada por el cansancio en unas
interminables ojeras. Siempre había creído que la última y la primera palabra
de una historia debían ser lo más llamativas posibles. Quizá al empezar, podía
dejar el margen de una frase, incluso un párrafo, pero si el principio de un
libro no le gustaba lo dejaba de lado y empezaba otro. Basándose en eso Laura
intentaba que todas sus historias tuvieran un buen comienzo. Una frase que
dejara al lector con la intriga, o que simplemente, fuese tan rematadamente
buena que fuera imposible no seguir leyendo.
Sin embargo ahora se encontraba atascada mirando aquella última página
de su primera novela. Había tardado meses en perfeccionarla, en cubrir cada
pequeño detalle, cada cuerda que debía ser ligada a otra. De buen principio
pensó que sería fácil, que aquello tan solo era como escribir uno de sus
relatos cortos, sin embargo, la complejidad de unir todos aquellos personajes,
los acontecimientos y cada una de las palabras se le presentó como un nuevo reto.
Volvió a leer las últimas palabras. Había algo que no le convencía. De repente
en su cabeza apareció la respuesta, escribió la nueva frase y la leyó en voz
alta con voz pausada: “Y entre el tormento de su propio pasado y el susurro de
las voces del presente, cogió su inseparable pistola se apuntó a la sien y
disparó”.
Sonrió para sus adentros. Matar al protagonista no entraba en sus
planes, al menos al principio, sin embargo a medida que escribía se dio cuenta
de que era absolutamente necesario. Oyó pasos a su espalda y se encontró con su
compañera de piso. “¿La has acabado?” le preguntó impaciente. Ella asintió
orgullosa y le dejó leer el final. “Eres una sádica, mira que matarlo”. Laura
rió y le dijo que se veía a venir. Apagó el ordenador y se fue a dormir
dispuesta a llevar el manuscrito a la editorial, confiando en que su trabajo
sería gratamente recompensado.
A las 10:30 de la mañana el manuscrito corría por la editorial de mano
en mano, siendo leído y revisado mil veces hasta que al fin, empezaron las
copias. En pocas semanas los primeros 500 ejemplares habían sido colocados en
distintas librerías. Laura paseaba por la calle y veía como en un rinconcito de
algún escaparate se podía ver su libro de tapas negras y aquellas pequeñas
letras en blanco. No podía hacer más que sonreír. “Este es el principio de un
gran final” pensó para sus adentros mientras volvía a concentrarse en las
primeras palabras de una nueva novela.
Y esto refleja mucho de quien lo ha escrito, por lo que veo... es tu sueño, no podría esperar menos.
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