Zapatos… Curioso artefactos, sin duda. ¿Dónde estaría el ser
humano sin un buen par de zapatos? No me imagino a los soldados romanos
caminando largas distancias sin sus preciadas sandalias. Aunque, claro, también
es verdad que los hombres de las cavernas no llevaban zapatos. Pero, si me
permitís el atrevimiento, me imagino los pies de aquellas criaturas como los de
los Hobbits de J.R.R Tolkien, grandes, duros y peludos. Vaya… Eso último ha
parecido otra cosa…
Pero, centrándonos en la más estricta actualidad, no somos
nadie sin zapatos. No seríamos capaces de dar dos pasos sin la calidez de un
buen calzado en nuestros piececillos, suaves e indefensos. Y solo nos los
quitamos en ocasiones especiales, ya sabéis, cuando queremos notar el agua de
la playa entre nuestros dedos o la hierba recién cortada de nuestro jardín.
Todo muy bucólico y peliculero. Pero nadie habla sobre la incómoda y horrible
arena que se te engancha en los pies mojados o de la araña que pasa por tu
estupendo jardín y decide instalarse en tu pie. No, decididamente, de eso no se
habla.
No estamos en una sociedad realista. A nadie le apetece darse
cuenta de que nada es tan bonito como alguien te lo pueda pintar. Por ejemplo,
siguiendo el ejemplo de nuestros queridos zapatos, ¿Por qué tienes que llevar
cierto tipo de calzado dependiendo de adonde vayas? ¿Por qué no puedo entrar en
una discoteca con unas converse e ir a trabajar con zapatillas de ir por casa?
¿Por qué? Simplemente, la sociedad así lo ha impuesto.
Lo mismo pasa con la ropa. ¿Por qué un ejecutivo de una gran
empresa no puede ir a trabajar vestido como si fuera a pasear al perro? ¿Es que
acaso el traje tiene una especie de influencia ancestral en el cerebro del ser
humano que ayuda a pensar mejor? ¿O quizá es que la corbata, escañando cuellos
desde tiempos inmemoriales, ayuda a que el rendimiento de los trabajadores sea
mayor? ¿Sinceramente? Yo creo que todos rendimos mejor trabajando en chándal. O
en lo que a cada uno le parezca más cómodo, podríamos ir hasta desnudos. Bueno,
no, creo que eso último ha sido demasiado radical incluso para mí. Pero,
seriamente, ¿qué utilidad le veis a un traje a no ser que sea para poner
cachonda a una mujer o a un hombre homosexual? Porque yo solo lo veo adecuado
para eso…
Pero, sin duda alguna, volviendo a los zapatos, el peor
calzado, el más demoníaco donde los haya, son los tacones. Es algo que escapa a
mi comprensión. ¿Por qué las mujeres tenemos que torturarnos de esta manera? Le
he estado dando vueltas y de verdad que no les encuentro utilidad alguna. Y
ahora seguro que muchos dirán “Oh, pero es que los tacones ayudan a las chicas
bajitas a parecer más altas”. Sí, sí, eso está muy bien, pero ¿para qué quieres
fingir algo que no eres? Cuando te quites esos zapatos de tacón de tres metros,
seguirás siendo igual de bajita. Pero, lo que es más importante, si las mujeres
de estatura baja se ponen tacones para parecer altas… ¿Por qué los hombres
bajitos no hacen lo mismo? Después de preguntarme esto, llegué a la conclusión
de que los tacones, tan delicados y elegantes, causantes de miles de torceduras
de tobillo y ampollas en los pies, son un invento de un hombre.
Y es por todo esto que yo voy a las discotecas con unas
preciosas vans, me niego a ponerme tacones y voy vestida como me da la gana,
cuando me da la gana y donde me da la gana. A eso se le llama libertad, y es
algo por lo que todos deberíamos luchar algún día.
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