Un temblor, escalofríos por mi espalda. Una caricia, la ternura en tus dedos. Un beso, la eternidad en un instante. Me muerdes, mis uñas en tu espalda. Es el juego del deseo es la lucha del placer. La batalla de mis labios contra los tuyos, la pelea de nuestras lenguas, a ver quien puede más, a ver quien cede menos.
La miel de tus ojos se derrite en mi piel. Ya no hay reglas, solo el primario instinto de cazador y presa. Tú te dejas, yo domino. Los papeles cambian, tú me controlas, yo suspiro. Mis dedos avanzan, tu piel me alcanza y entre suspiros desatas las cuerdas que me sujetan a la realidad desvaneciéndome entre tus sábanas.
Es mi corazón que late por ti, es tu respiración que se agita por mi. Es la música de nuestras caricias, tímida tentativa del deseo. Veo brillar tus ojos, pasión desenfrenada en tus labios. Nos sobra la ropa, nos falta tiempo, se escurre entre nuestros dedos, la noche pasa, el sol ilumina mi blanquecina piel. He ganado la eternidad en un grito.
Tu nombre en mi espalda, tiemblan tus dedos. Mis labios en tu cuello, tus manos en mi piel. Las risas nerviosas, los suspiros inevitables. Tú y yo, nada más importa. Las horas se pasan, incansable es el poder del deseo. Pero tus ojos se cierran mientras mis manos se pierden en tu pelo, tu respiración se calma, te acurrucas y duermes.
La fugacidad de un sueño se desvanece en estas palabras.
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