lunes, 29 de octubre de 2012

Susurro en sueños tu nombre.

Apartas la mirada. 
Te sudan las manos.
Cierras los ojos.
Respiras.
"Mírame" te susurro. "Estoy aquí".
Agachas la cabeza y la apoyas en mi hombro, no dices nada, dejas que te acaricie el pelo.
"¿Porque eres tan buena conmigo?" Preguntas escondida entre los pliegues de mi sudadera.
"Porque te quiero" Respondo yo sonriendo "Y eso no va a cambiar" 
Te apartas pero sigues sin mirarme. 
Humedeces tus labios, te los muerdes, sonríes tímidamente.
Levantas la vista.
Tus ojos... Los veo brillar con intensidad. 
Abres la boca, quieres decir algo, las palabras no te salen.
"No tienes porque decir nada" suavizo yo. 
"Quiero decirlo" me contestas tú, no noto ese cadente temblor en tu voz, esta vez, es diferente. 
Mi vista se va al suelo, aunque yo parezca fuerte a veces no lo soy. 
"Mírame" me susurras "Estoy aquí"
Mis ojos... Por ti ellos sonríen otra vez.
"Te quiero" me dices entre susurros. 
Te acercas, me besas, capturo el momento en mi mente.
Al fin y al cabo, tan solo es sueño...

lunes, 22 de octubre de 2012

Buenos días

Me desperté un tanto desorientada. No estaba en mi cama, tampoco en mi casa. Me giré pero a mi lado no había nadie. Levanté un poco la cabeza esperando verla a mi alrededor, sin embargo parecía que nunca hubiese estado allí. "No lo he soñado" me dije a mi misma frotándome los ojos. Entonces me di cuenta de que me encontraba en su habitación. Aquella estancia destartalada, la silla llena de ropa, el escritorio desordenado con hojas a medio escribir dobladas por todas partes, así como un ejército de bolígrafos situados estratégicamente por toda la mesa. Sin duda aquello no podía ser otra que su habitación. 
Después de situarme, decidí salir al comedor envuelta en la manta que nos había tapado a las dos aquella noche. Todavía podía sentir su esencia entre los pliegues. Abrí la puerta de la habitación, pero tampoco te encontré en el sofá tal y como esperaba. Sin embargo oí como alguien se movía en la cocina y me dirigí hacía allí cada vez más impaciente. De espaldas a la puerta con una taza entre las manos, el pelo castaño completamente revuelto, estaba la persona que quería. No pude evitar acercarme y abrazarla por detrás apoyando mi cabeza en la sudadera holgada que se había puesto.
- Pensaba que no despertarías nunca .- dijo mientras se giraba para darme un dulce beso.- Buenos días.
- Tus labios saben a café.- comenté inocentemente mientras me los mordía un tanto tímida. 
- Te he preparado una taza.- alargó el brazo y la cogió acercándomela, después le puso un par de cucharadas de azúcar y me la dio.- Ves con cuidado, todavía está caliente.- Asentí agradecida y le di un sorbo.
Me acurruqué entre sus brazos enrollada en la manta y aguantando la taza como podía. Ella pasó su brazo por mi hombro rodeándome completamente. Le dio un largo trago a su café y me besó el pelo con cuidado. "Te quiero" dijo acercando sus labios a mi oído, después mordió con cuidado el lóbulo de mi oreja haciéndome temblar de arriba a abajo. Me giré y me puse de puntillas para besarla "Yo también te quiero" le dije sonriendo ampliamente. 


Esta imagen me inspira. Tú me inspiras. 

jueves, 18 de octubre de 2012

Ovejas negras

"En un pequeño rebaño de ovejas existía una que era completamente negra, a diferencia de las otras, que tenían un perfecto pelaje blanquecino. El pastor, asqueado porque no podía aprovechar la lana, pensó en sacrificarla, sin embargo, su hijo menor se había encariñado con el animal así que le perdonó la vida. Pero el rebaño no aceptaba a la pobre oveja. Su aspecto diferente las ponía nerviosas y preferían dejarla apartada del círculo. En verano siempre era la oveja negra la que se quedaba sin sombra, a la hora de comer, tenía que conformarse con el trozo de pasto más mal cuidado. Los hijos mayores del pastor solían maltratar al animal, le tiraban piedras y palos, le ataban las patas para que no pudiera andar, le arrancaban trozos de pelaje...
El hijo menor sin embargo, siempre llegaba al rescate, curaba las heridas que pudiera tener y se la llevaba a descansar en un pequeño prado apartado de los demás. La oveja negra quería mucho a aquel niño, él era diferente, como ella misma. Pasaron los años y la situación no cambió, incluso cuando los hermanos mayores empezaron a estar menos tiempo en la granja, lo primero que hacían al volver era perseguir a la oveja negra. El rebaño seguía sin aceptarla, incluso su propia madre la ignoraba completamente. 
Llegó un día en que el niño que la había estado cuidando se hizo mayor y se fue a ver mundo separado de su familia. Fue en aquel momento en el que la oveja se quedó completamente sola y desprotegida, su vida se volvió un auténtico infierno. Así fue como, una mañana de invierno, la pequeña se dirigió al matadero que había al otro lado de la montaña y se quedó esperando en la puerta hasta que uno de los empleados la recogió. Sin ningún tipo de miramiento, el hombre la puso con todos los animales que debían matar aquel día"

Nunca he visto una oveja negra, y mucho menos creo que un animal muestre el comportamiento aquí narrado. Pero si cambiamos las ovejas por humanos, todo tiene mucho más sentido. 
La sociedad, ese rebaño de borregos sin cerebro ni personalidad que sigue a un pastor. Por otro lado, la oveja negra, esa persona que es diferente al resto. Quizá tan solo vista diferente a los demás, quizá sea homosexual, quizá sea un hombre o una mujer de color, quizá, simplemente, no quiere ser igual que todo el mundo. 
Sin embargo, vivimos en un mundo donde a las ovejas negras no se las puede dejar tranquilas, por el simple hecho de ser diferentes. El rebaño no la acepta, la aborrece porque les da miedo y como resultado, deciden maltratar al que es diferente a ellos. Insultos diarios que hacen que poco a poco la oveja negra odie ser como es, cuando en realidad debería sentirse orgullosa. Poco a poco aquella persona se va cerrando en si misma, intenta esconder aquellos que la hace única y al final acaba por convertirse en una más del rebaño. 
Hay veces en las que la pequeña oveja negra entra en una espiral de autodestrucción y odio que la lleva a hacerse daño a si misma, incluso a veces, cuando todo se hace insoportable, decide quitarse la vida.
Soy una oveja negra, conozco a otras ovejas negras, y después de muchos años y de pasar cosas que no les deseo a nadie, tan solo quiero decir que si tú también lo eres, no te escondas, sé tú mismo y siéntete orgulloso de ser como eres y quiérete. Y si, por lo contrario, perteneces al rebaño que se hace llamar sociedad, por favor, piénsatelo antes de insultar a alguien por no parecerse a ti, quizá seas tú la próxima oveja negra. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

La vida.

Una vez me dijeron que la vida era como una locomotora de vapor. Al principio no lo entendí, pero a medida que le daba vueltas al asunto empecé a encontrarle sentido. El carbón que ponía en movimiento nuestras vidas eran los sueños, pues con ellos alimentamos nuestras ganas de seguir adelante. Las vías por donde se mueve la locomotora eran los objetivos a corto plazo, cada nuevo tramo era una meta que debíamos conseguir para llegar a realizar nuestros sueños más profundos. A veces nuestra vida tiene momentos en que parece estancada, pues nos encontramos en una estación donde paramos a arreglar la locomotora, son esos días, meses o incluso años en que necesitamos pararnos para reordenar las cosas hasta encontrarnos listos para seguir avanzando. No viajamos solos, detrás nuestro tenemos diversos vagones llenos de pasajeros, todas aquellas personas que nos vamos encontrando en nuestro camino y que, por alguna razón desconocida, deciden subirse a nuestro tren. Sin embargo, estos pasajeros no son siempre los mismos, hay algunos que se bajan y nunca vuelven a subir, quizá porque no les ha gustado el viaje, otros que se despedirán, pero por suerte o por desgracia, acabarán volviendo, y finalmente, solo unos pocos, decidirán quedarse hasta el final del camino. Durante nuestro viaje la locomotora de vapor deberá superar diversos problemas, a veces se nos estropeará una rueda o nos podemos quedar sin carbón. Es por eso que algunos pasajeros vendrán en tu ayuda y te recordarán que a pesar de las adversidades, tienes que seguir avanzando. Finalmente, llegará un día en que la locomotora, ya vieja y estropeada decida no volver a funcionar, pues toda vida tiene un final aunque todavía le quede carbón con el que alimentarla.

La vida, sin duda, es como una pequeña locomotora de vapor. 

jueves, 11 de octubre de 2012

Descarga.

Vivimos, como autómatas pretendiendo morir como héroes. Solo somos voces que nadie escucha, pequeños monstruos, parásitos en un mundo que nos dio la vida. Avanzas, como puedes, intentas no caerte pero a veces la gravedad de tus propios pensamientos te apuñala contra el suelo. Te deja allí, sin a penas fuerzas, mientras oyes a tus espaldas como tus propios demonios se ríen de ti. Patético. 
Le levantas, otra vez. Intentas seguir viviendo a pesar de todo, corres, sientes, disfrutas, incluso ríes, pero cuando llega la noche, vuelves a pudrirte en ti mismo. Lloras, gritas, fumas. La música es la única capaz de relajarte. La escuchas, armónica, paciente te hace sentir mejor. Aún así sigues perdido en un mundo que no entiendes, en unas normas que no quieres seguir. Te preguntas porque sigues vivo y la imagen de ciertas personas te viene a la mente. Suspiras. Por ellos. 
Pero el dolor que puede provocarte tu propia mente se hace cada vez mayor.  A penas duermes, comes para no preocupar a nadie, te fabricas una máscara con la más falsa de las sonrisas y sales a la calle con ella siempre puesta. Nunca te muestras tal y como eres, te escondes debajo de una armadura que no dejas que nadie atraviese, pero a veces te hundes, eres incapaz de mantener la compostura frente al mundo. Buscas desesperadamente un sitio donde sentirte aceptado y cuando lo encuentras, te das cuenta que en realidad no era tan difícil mostrarse tal y como uno es.
Pero las cosas siempre acaban torciéndose para ti, vuelven los insultos, te autodesprecias a ti mismo, te odias tanto que tan solo piensas en hacerte daño, y eso, salpica a la gente que quieres y sufren porque te ven el dolor grabado a fuego en los ojos. Ya no saben que demonios hacer contigo, algunos se van, otros siguen dándose cabezazos contra la pared de negativismo que tu mismo has creado, pero ninguno sabe como ayudarte. Y tú lloras, lloras porque no quieres hacerles daño y sin embargo con cada corte que escondes tras tu mangas es una puñalada para ellos.
Vives a medias, mueres, lentamente, entre susurros, desesperas, huyes, tropiezas y caes, te hundes en tu propio pozo de desesperanza y te quedas allí, simplemente porque te da miedo el mundo exterior. Eres como un pequeño monstruo nocturno y así vas a ser toda tu maldita vida. 

sábado, 6 de octubre de 2012

De visita

Caminaba nerviosa, el policía a mi lado me miraba inquisitivo. Me preguntaba que demonios debía estar pensando, en como sería ver las caras de familiares completamente destrozadas, de ver lágrimas caer por mejillas mil veces al día. Suponía que debía haberse convertido en una roca insensible que transportaba a al gente de una sala a otra sin ni tan solo pensar en lo que significaba todo aquello para ellos. Su trabajo era ese, no preocuparse por cada una de las almas que por allí pasaban. Debía ser imposible hacerlo teniendo en cuenta la cantidad de gente que pasaba día tras día, cada una con su propia historia.
Llegaron a un pasillo largo separado por una placa de vidrio con sus respectivas pequeñas cabinas y su característico teléfono colgando. Una a una, las personas que iban en fila tras de mi fueron sentándose frente a la respectiva persona que habían venido a visitar. Ella estaba la última. Cuando la vi allí sentada con el pelo castaño completamente lacio, sucio y desmejorado tapándole la cara, el alma se me cayó a los pies. Me senté y me la quedé mirando durante unos minutos. Debajo de la mortecina piel se podían notar los huesos, sus ojos a penas brillaban y las ojeras se le marcaban casi interminables. Cogió el auricular del teléfono y yo hice lo mismo. 
- Hola.- dijo con la voz apagada apartándose el pelo sucio de la cara.
- Hola.- le dije yo  intentando sonreír, pero su imagen me había dejado completamente congelada.
- ¿A que has venido? - me preguntó a duras penas.
- Quería verte por última vez.- hice una larga pausa, cogí aire y volví a hablar.- me marcho a Berlín, por trabajo. 
- ¿Vas a ir sola?- dijo ella cuando asumió lo que le había dicho.
- Voy con una amiga.- le contesté yo intentando sonar conciliadora.- Te echaré de menos.
- No lo creo.- me espetó ella casi con crueldad, pero en el fondo, notaba en aquel tono de voz, las ganas que tenía de salir de allí, de ser libre otra vez.
- Ya falta poco...- Posé mi mano en el vidrio. Ella se la quedó mirando y después de dudar durante un instante puso la suya en el mismo sitio que la mía. No pude evitar ponerme a llorar, pensando en todo lo que había tenido que pasar por algo que ella no había hecho. 
- Todo saldrá bien.- me dijo con suavidad sonriendo como podía. Era curioso que al final hubiese tenido que ser ella la que me consolase a mi y no a la inversa. 
El policía posó una mano sobre mi hombro, señalándome que se nos había acabado el tiempo. Me despedí como pude y volví a atravesar el pasillo, esta vez incapaz de aguantarme las lágrimas. Era tanta la diferencia de aquellos diez rostros ahora que salían de allí. Entraban aparentando fortaleza, no querían derrumbarse frente a las personas al otro lado del vidrio, por ellos. Pero al final, las emociones eran demasiado intensas como para dejarlas solo en una simple conversación amistosa, y el llanto aparecía en sus ojos como un torrente irrefrenable.
La enorme puerta se cerró detrás de mi. Un taxi me esperaba en la acera del frente, el que me iba a llevar al aeropuerto, el que me llevaría a mi nueva vida. Me giré una última vez antes de entrar y sonreí, algo dentro de mi me decía que todo acabaría por salir bien. 

martes, 2 de octubre de 2012

Tarde lluviosa.

La lluvia caía imparable y fría aquella tarde de domingo. Las gotitas repicaban constantes y rítmicas en mi ventana. Yo intentaba leer, pero mi mente vagaba por otros niveles más etéreos que las simples lineas de un libro cualquiera, ni me había fijado en el título. Me levanté de la cama mareada y medio dormida. Intenté desperezarme un poco estirando mis extremidades y me dirigí al armario, lo abrí y saqué una sudadera que me puse encima de la camiseta. Salí de la habitación, me puse unas bambas y salí a la calle, dejando que poco a poco la lluvia empezase a mojarme.
Como un bálsamo rebitalizante, el agua borró de mi piel los recuerdos, sanó mi cabeza de malos pensamientos, purgó de mi alma de aquello que me había estado atormentando noche tras noche. Me sentía mucho más tranquila caminando sin rumbo bajo la lluvia que no cerrada en mi casa dándole vueltas a todo. Seguí avanzando pataleando cada charco que me encontraba, esquivando los pocos paraguas que atravesaban la calle. Era libre en un mundo donde la libertad estaba fijada a un alto precio. 
Me apoyé en un árbol a descansar, pero sobre todo a observar. A mi alrededor tan solo quedaban las mesas de una terraza, en el suelo un paraguas olvidado por un dueño que debía haber salido sorprendido por la tormenta. A lo lejos los nubarrones negros se apelotonaban entre si cargados de agua y electricidad. Algo se movió a mi espalda, absorta mirando la lluvia caer no me di cuenta de que alguien me tapaba los ojos con cuidado.
- ¿Quien soy? - dijo una voz susurrándome al oído, pero yo, demasiado ofuscada en mi misma no estaba para juegos e intenté girarme para verla.
Cuando conseguí darme la vuelta, allí no había nadie, mi mente me había jugado una mala pasada, la lluvia era lo único que me rodeaba, y aquello había estado el reflejo de un deseo, el deseo de que tú estuvieras allí conmigo para protegerme del frío, para curar mis heridas.
Volví a casa abatida, me quité la sudadera y volví a tirarme en la cama. Cogí el móvil y vi que alguien me había enviado un mensaje, sin ni tan solo mirar quien era lo abro asqueada, no quería hablar con nadie. "Estabas preciosa bajo la lluvia esta tarde". Sorprendida miro el remitente. Tú, mi pequeña. Quizá no lo hubiese soñado...