miércoles, 1 de agosto de 2012

Aprovecha el día

En la penumbra de nuestra habitación observo como un pequeño rayo de luz navega por tu cuerpo. Llevas el vestido rojo con el que nos conocimos. Te acaricio el pelo negro, largo hasta la cintura, poco a poco sin prisas. Mis dedos pasan a tu suave mejilla del color de la porcelana, luego a tus labios entreabiertos, me coges la mano y la besas con delicadeza. Tus ojos marrones me observan grandes y brillantes, y me veo reflejado en ellos con una sonrisa que me ilumina la cara. 
- ¿Esto es real?- Te pregunto mientras poso mi frente junto a la tuya y disfruto del roce de nuestras pieles
- Estoy aquí, siempre lo estaré.- me dices mientras tus labios rozan los míos.
- Sin ti no puedo continuar, te necesito a mi lado.- cierro los ojos intentando esconder lágrimas saladas cargadas de miedo
- Debes hacerlo, por él.- tus manos me cogen el rostro con suavidad y me besas despacio, tan solo unos instantes, los suficientes para que me calme.- Todavía eres muy joven.
- Pero te echo de menos, cada día, cada minuto, no puedo soportarlo.- siento que vuelvo a derrumbarme en mi mismo, que los muros que había edificado alrededor de la tristeza y el dolor se derrumban ante ti. 
La puerta de la habitación se abre poco a poco y la luz de fuera ilumina toda la cama en la que estoy estirado. No hay nadie a mi lado, tan solo el frío que se acumula allí donde deberías estar tú. Me paso la mano por el pelo, suspiro, cansado de verte en sueños cada vez que me quedo solo conmigo mismo. Y pese a que intento no pensar en ello, una simple melodía o una foto olvidada en un cajón me devuelven tu imagen como un martillazo directo al corazón. 
- Papi.- Me llamas, asustadizo, te acercas porque ves que no respondo y te estiras a mi lado.- Papi.- repites con tu voz de niño, intentando llamar mi atención pero yo sigo mirando el vacío donde antes estabas tú. Suspiras y pese a tener tan solo nueve años tienes la expresión de un adulto.- Aprovecha el día o muere arrepintiéndote por el tiempo que has perdido.- Te vas con esa frase en los labios, que se instala atronadora en mi cabeza.
Te miro cuando ya estás en el umbral, preguntándome de donde demonios has sacado eso. Al final me levanto y me dirijo al baño poco a poco, arrastrando los pies que me pesan como losas de piedra. Me miro al espejo. La barba desaliñada, los ojos de un loco fundido en arrepentimiento y dolor, la cara esquelética de un muerto en vida. Suspiro. "Aprovecha el día o muere arrepintiéndote por el tiempo que has perdido". La frase me da vueltas por la cabeza. Después de años tumbado en la cama sin mover ni un solo dedo para cuidar a mi hijo, hoy, es la última vez que voy a invocar tu recuerdo amargo en mi cama, hoy es la última vez que viviré en el pasado. Me afeito poco a poco, me peino y me arreglo. Salgo al salón donde junto con tu abuela ves la tele sentado en el sofá. 
Me acerco a donde estás y te sonrío, veo en ti su imagen, pero ya no me produce dolor, sino paz, la paz de alguien que quiere vivir y cuidarte para siempre.
- ¿Quieres que vayamos al parque? - Te pregunto ofreciéndote una mano. Tú asientes y me la coges. Se acabó vivir en el pasado, ahora lo más importante eres tú. 







































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