Una caricia se lee en mis manos blanquecinas. Tu rostro de precioso marfil cincelado duerme tranquilo. El pelo negro, alborotado y salvaje, se esparce por mi almohada. Apoyo mi cabeza en la pared y te observo, estirada en mi cama respirando tranquilamente. Me pregunto que pasará por tu cabeza. Miro a la mesita de noche y debajo de mi sujetador encuentro el paquete de tabaco que ayer compartimos. Me enciendo un cigarrillo con tu mechero de colores y expulso el humo lentamente. Sigo mirándote entre calada y calada. La mortecina luz del sol ilumina tus piernas, largas y perfectas. Toda tu ropa yace en el suelo de mi habitación, tirada de cualquier manera. Me levanto con cuidado para no despertarte y cojo tu camiseta oscura. Me la acerco al rostro y aspiro tu esencia, esa mezcla de lavanda y flores silvestres que olí mientras te besaba el cuello.
Me acerco a la ventana entreabierta. El calor de la ciudad es casi asfixiante, el aire es caliente y el ambiente está cargado de humo y contaminación. El reloj marca las tres de la tarde. "Normal que tenga hambre" pienso mientras me dirijo a la cocina vestida con una simple camiseta y unas bragas limpias. Miro en la nevera y empiezo a sacar ingredientes aleatoriamente, hasta que en mi mente recuerdo un trozo de una antigua conversación. Sonrío y me pongo los tejanos que dejé ayer en el suelo, el sujetador y me arreglo un poco. Te dejo en mi cama dormida mientras yo voy a comprar. Cuando vuelvo sigues allí. Cierro un poco la ventana, pues el sol estaba a punto de darte en la cara y no quiero que te despiertes, aún no.
Me encierro en la cocina y allí me quedo hasta que el olor a comida te acaba por despertar, pues oigo como mueves cosas dentro de la habitación. Me giro al oír como se abre la puerta y no puedo evitar sonreír al verte vestida con una de mis camisetas de cuadros. Te acercas y me das un beso de buenos días, dulce e intenso. En la encimera he dejado dos boles humeantes que tú, curiosa, vas a investigar que contienen, pero yo te obligo a sentarte en la mesa.
- Que aproveche.- te digo mientras te pongo uno de los cuencos delante.
- Ramen...- dices a media voz.- hace mucho tiempo que no como Ramen.- Me miras y sonríes agradecida.- Gracias.
- De nada preciosa.- Te digo yo mientras te devuelvo la sonrisa. "No me importa hacer estas cosas, nunca me ha importado" pienso mientras dejo que seas la primera en probarlo. "Si no cuidas a los que quieres, quiere decir que no te importan tanto" sigues comiendo, al parecer me ha salido bastante bueno, no puedo evitar mirarte embobada hasta que me llamas la atención, me comentas algo y yo me concentro en la conversación dejando al aire un último pensamiento "Daría la vida por aquellos que quiero si hiciera falta".