domingo, 26 de agosto de 2012

Ramen

Una caricia se lee en mis manos blanquecinas. Tu rostro de precioso marfil cincelado duerme tranquilo. El pelo negro, alborotado y salvaje, se esparce por mi almohada. Apoyo mi cabeza en la pared y te observo, estirada en mi cama respirando tranquilamente. Me pregunto que pasará por tu cabeza. Miro a la mesita de noche y debajo de mi sujetador encuentro el paquete de tabaco que ayer compartimos. Me enciendo un cigarrillo con tu mechero de colores y expulso el humo lentamente. Sigo mirándote entre calada y calada. La mortecina luz del sol ilumina tus piernas, largas y perfectas. Toda tu ropa yace en el suelo de mi habitación, tirada de cualquier manera. Me levanto con cuidado para no despertarte y cojo tu camiseta oscura. Me la acerco al rostro y aspiro tu esencia, esa mezcla de lavanda y flores silvestres que olí mientras te besaba el cuello. 
Me acerco a la ventana entreabierta. El calor de la ciudad es casi asfixiante, el aire es caliente y el ambiente está cargado de humo y contaminación. El reloj marca las tres de la tarde. "Normal que tenga hambre" pienso mientras me dirijo a la cocina vestida con una simple camiseta y unas bragas limpias. Miro en la nevera y empiezo a sacar ingredientes aleatoriamente, hasta que en mi mente recuerdo un trozo de una antigua conversación. Sonrío y me pongo los tejanos que dejé ayer en el suelo, el sujetador y me arreglo un poco. Te dejo en mi cama dormida mientras yo voy a comprar. Cuando vuelvo sigues allí. Cierro un poco la ventana, pues el sol estaba a punto de darte en la cara y no quiero que te despiertes, aún no.
Me encierro en la cocina y allí me quedo hasta que el olor a comida te acaba por despertar, pues oigo como mueves cosas dentro de la habitación. Me giro al oír como se abre la puerta y no puedo evitar sonreír al verte vestida con una de mis camisetas de cuadros. Te acercas y me das un beso de buenos días, dulce e intenso. En la encimera he dejado dos boles humeantes que tú, curiosa, vas a investigar que contienen, pero yo te obligo a sentarte en la mesa. 
- Que aproveche.- te digo mientras te pongo uno de los cuencos delante.
- Ramen...- dices a media voz.- hace mucho tiempo que no como Ramen.- Me miras y sonríes agradecida.- Gracias.
- De nada preciosa.- Te digo yo mientras te devuelvo la sonrisa. "No me importa hacer estas cosas, nunca me ha importado" pienso mientras dejo que seas la primera en probarlo. "Si no cuidas a los que quieres, quiere decir que no te importan tanto" sigues comiendo, al parecer me ha salido bastante bueno, no puedo evitar mirarte embobada hasta que me llamas la atención, me comentas algo y yo me concentro en la conversación dejando al aire un último pensamiento "Daría la vida por aquellos que quiero si hiciera falta".

lunes, 20 de agosto de 2012

Luces en la noche

La noche se había adueñado del cielo, sin embargo no podía hacer frente a la luz de las miles de estrellas que allí se arremolinaban. Dos chicas las contemplaban sentadas en el suelo de una gran terraza. Una de ellas fumaba sin descanso mientras escuchaba lo que le estaba contando su amiga. Delante suyo las luces de la ciudad parecían un mar infinito de color que las protegía de la oscuridad.
- Mira.- dice una de ellas señalando el cielo estrellado.- es un avión.- la otra chica mira hacia arriba hasta localizar las lucecitas parpadeantes del vehículo, sonríe, pues ella ya está acostumbrada a verlos todas las noches, al fin y al cabo se encontraban en su casa. Justo cuando estaba a punto de apartar la vista del cielo una estrella fugaz pasa por donde segundos antes había estado el avión.
- ¡Una estrella fugaz!- gritan las dos chicas entusiasmadas, pues ninguna de las dos había visto nunca una antes.
Sonríen contentas y comentan emocionadas lo que acababa de ocurrir, no habían pedido el tradicional deseo, pero realmente les daba igual. "Bueno" pensó una de las chicas encendiéndose otro cigarrillo "no me hace falta pedir ningún tipo de deseo, ahora mismo nada podría mejorar este momento". 


Simplemente, creía que merecía la pena escribir este pequeño momento. 

martes, 7 de agosto de 2012

Demasiado hundida como para escribir algo coherente, demasiado desvanecida en mi propia mente como para enlazar dos frases con algún sentido. Incapaz de hacer nada más que viajar por la oscuridad con la única compañía de mis demonios. 

miércoles, 1 de agosto de 2012

Aprovecha el día

En la penumbra de nuestra habitación observo como un pequeño rayo de luz navega por tu cuerpo. Llevas el vestido rojo con el que nos conocimos. Te acaricio el pelo negro, largo hasta la cintura, poco a poco sin prisas. Mis dedos pasan a tu suave mejilla del color de la porcelana, luego a tus labios entreabiertos, me coges la mano y la besas con delicadeza. Tus ojos marrones me observan grandes y brillantes, y me veo reflejado en ellos con una sonrisa que me ilumina la cara. 
- ¿Esto es real?- Te pregunto mientras poso mi frente junto a la tuya y disfruto del roce de nuestras pieles
- Estoy aquí, siempre lo estaré.- me dices mientras tus labios rozan los míos.
- Sin ti no puedo continuar, te necesito a mi lado.- cierro los ojos intentando esconder lágrimas saladas cargadas de miedo
- Debes hacerlo, por él.- tus manos me cogen el rostro con suavidad y me besas despacio, tan solo unos instantes, los suficientes para que me calme.- Todavía eres muy joven.
- Pero te echo de menos, cada día, cada minuto, no puedo soportarlo.- siento que vuelvo a derrumbarme en mi mismo, que los muros que había edificado alrededor de la tristeza y el dolor se derrumban ante ti. 
La puerta de la habitación se abre poco a poco y la luz de fuera ilumina toda la cama en la que estoy estirado. No hay nadie a mi lado, tan solo el frío que se acumula allí donde deberías estar tú. Me paso la mano por el pelo, suspiro, cansado de verte en sueños cada vez que me quedo solo conmigo mismo. Y pese a que intento no pensar en ello, una simple melodía o una foto olvidada en un cajón me devuelven tu imagen como un martillazo directo al corazón. 
- Papi.- Me llamas, asustadizo, te acercas porque ves que no respondo y te estiras a mi lado.- Papi.- repites con tu voz de niño, intentando llamar mi atención pero yo sigo mirando el vacío donde antes estabas tú. Suspiras y pese a tener tan solo nueve años tienes la expresión de un adulto.- Aprovecha el día o muere arrepintiéndote por el tiempo que has perdido.- Te vas con esa frase en los labios, que se instala atronadora en mi cabeza.
Te miro cuando ya estás en el umbral, preguntándome de donde demonios has sacado eso. Al final me levanto y me dirijo al baño poco a poco, arrastrando los pies que me pesan como losas de piedra. Me miro al espejo. La barba desaliñada, los ojos de un loco fundido en arrepentimiento y dolor, la cara esquelética de un muerto en vida. Suspiro. "Aprovecha el día o muere arrepintiéndote por el tiempo que has perdido". La frase me da vueltas por la cabeza. Después de años tumbado en la cama sin mover ni un solo dedo para cuidar a mi hijo, hoy, es la última vez que voy a invocar tu recuerdo amargo en mi cama, hoy es la última vez que viviré en el pasado. Me afeito poco a poco, me peino y me arreglo. Salgo al salón donde junto con tu abuela ves la tele sentado en el sofá. 
Me acerco a donde estás y te sonrío, veo en ti su imagen, pero ya no me produce dolor, sino paz, la paz de alguien que quiere vivir y cuidarte para siempre.
- ¿Quieres que vayamos al parque? - Te pregunto ofreciéndote una mano. Tú asientes y me la coges. Se acabó vivir en el pasado, ahora lo más importante eres tú.